Normalmente solo publico contenido propio en este Cuaderno de Caza, basado en mis opiniones y experiencias cinegéticas, pero en esta ocasión voy a romper esa costumbre para transcribir de forma literal unas impresionantes líneas de Fernando López Mirones: Amar a los animales, que sencillamente me han encantado y estoy seguro de que no van a dejar indiferente a nadie.
Índice de contenidos
¿Quién es Fernando López Mirones?
Para quien aún no lo conozca, Fernando López Mirones es Biólogo y Director, Guionista y Productor de películas documentales de Historia Natural y Antropología.
Además colabora puntualmente con distintos medios de carácter cinegético aportando sus conocimientos y experiencia sobre distintas temáticas.
Pero volviendo al hilo de este post, hoy quiero destacar el contenido de esa carta sobre Amar a los animales, por el buen puñado de realismo que aporta sobre el mal entendido animalismo que vivimos en la actualidad.
Os dejo el texto que pegó en su muro de Facebook: Amar a los animales
Carta: Amar a los animales
Amar a los animales, por Fernado López Mirones
«Toda la infancia leyendo los Cuadernos de Campo y viendo los documentales de Félix Rodríguez de la Fuente y Cousteau con lágrimas en los ojos. Cinco años estudiando Zoología, treinta filmando por medio mundo y documentándome sobre animales, tratando de aprender cuanto pueda sobre ellos…
… para que una legión de chavales de botellón de ciudad me den lecciones de ecología y ética sobre fauna y flora mientras me llaman asesino cuando les explico que cazar, pescar, criar ganado y cultivar son actividades esenciales para los ecosistemas, siempre que se practiquen con coherencia y ética.
Esto no lo imaginaron ni los más avanzados maestros: dos generaciones de fanáticos violentos de las mascotas.
Ahora “los animales” son gatos, perros, toros y algún león, elefante o delfín de vez en cuando. Nada saben de los sipuncúlidos, los agnatos o los paramecios. Solo animales bonitos y fotogénicos, que den pena en fotos. Los malos siempre son otros.
Los están matando de amor. Es maltrato, celopatía, los quieren para ellos. Ellos son los únicos amantes.
El campo, el Mar, las montañas y los ríos son solo para su ocio y placer. Desde las ciudades controlan lo que se debe o no hacer en la naturaleza. Las gentes que viven en ellos no merecen nada. Los dueños de las fincas, los pescadores que embarcan, los cazadores que trabajan toda la semana para salir al campo unos pocos días, los trucheros que escuchan el silencio al amanecer en los ríos, los ganaderos que se desviven por sus reses y sufren sequías, enfermedades y mercados fluctuantes. Nada de eso les impresiona.
Con sus móviles, repanchingados en el sofá de Papá esperando la merienda mientras apuran un porrito, dan lecciones en las redes, insultan y se sienten parte de un colectivo con superioridad moral.
El perro de un cazador, entusiasmado haciendo lo que más le gusta en el mundo, para lo que fue creado por la evolución, es tachado de esclavo; mientras, el suyo, sobrealimentado con proteína de soja y amargado en un piso diminuto, es, según ellos, un animal feliz.
Eso si, el “finde” se buscan un hotelito rural o una tienda de campaña en un bonito paraje para copular y mirar el atardecer susurrando: “el ser humano es destructivo”.
Criados en el egoísmo se ríen de Dios, por eso han encontrado en el radicalismo la justificación moral de su estulticia. Peter Panes oscuros que estiran una adolescencia eterna como parásitos de la sociedad a la que critican sin aportar nada.
El lunes, a difamar al jefe, reivindicar sus derechos y manifestarse contra todo lo que no entienden. Eso si, hasta la hora de la cena, que hoy Mamá hace tortilla.
Un aullido»
Notas: Estas líneas de texto (Amar a los animales) son originales de Fernando López Mirones y se publicaron en su perfil de Facebook.
Una buena dosis de realidad
Un buen puñado de verdades y realidades que definen parte del activismo ecologista, vegano y animalista tan radical que con excesiva frecuencia debemos soportar aquellos cazadores, que además de practicar una actividad tan ancestral, como natural y necesaria, somos los primeros que verdaderamente mostramos una absoluta empatía por los animales, empezando por los nuestros.
¡Un abrazo y al monte!
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Amante de la caza y la naturaleza, enamorado del setter inglés y sordero empedernido. Entre encinas, robles y hayas disfruto de cada instante que me ofrece el monte, alejándome cada vez más del lamentable postureo cinegético.