A lo largo de estos años he podido vivir y disfrutar diferentes anécdotas cazando la sorda.
Algunas más surrealistas que otras.
La más reciente, la que te voy a contar hoy, por inverosímil, no sé si es de las más llamativas, pero desde luego, si de las más sorprendentes.
Índice de contenidos
Cuando las becadas vuelan de tres en tres: Anécdotas cazando la sorda
Hace un par de días compartí contigo el funesto resultado de aquella jornada dominical en la que acumulé un error tras otro antes de coger el coche y volverme para casa.
El enfado me duró varios días, pero no me gusta quedarme con la espinita, por lo que el martes siguiente hice “pellas” en el trabajo y dediqué unas horas de la tarde a resarcirme.
Volví a la misma zona del coto y además tuve la fortuna de coincidir con mi tio en el aparcamiento, por lo que después de charlar unos minutos, decidimos echarnos la escopeta al hombro y cazar juntos.
A medida que ascendíamos el monte le iba narrando los sucesos de la jornada anterior.
Y como es lógico, empezamos por revisar cada uno de los rincones en los que había encontrado sordas.
Anécdotas cazando la sorda: Del domingo al martes… ¿Habían desaparecido?
Aparentemente la suerte no estaba de nuestro lado, pues no encontramos ni rastro de esas becadas que fuimos a buscar.
O bien cambiaron de ubicación o directamente se habían marchado.
De hecho, con estas sordas de entrada, es incluso habitual.
Por lo que seguimos caminando sobre la ruta que habíamos planificado en busca de la primera emanación que nos alegrase el día. Y no tardó en llegar.
En el interior de uno de los hayales del coto, escuchamos activo el beeper de Zar.
Rompía, paraba, rompía y volvía a quedarse en muestra…
O bien no la tenía totalmente fijada o la sorda estaba intentaba zafarse del perro mediante vuelos cortos o a peón
Nosotros estábamos algo lejos y cuando logramos llegar, solo fuimos capaces de verla salir en la distancia y perderse entre un mar de avellanos.
Anécdotas cazando la sorda: Descubrimos una becada al vuelo
Al salir de los avellanos prácticamente estábamos en el punto más alto del coto.
Se trata de una zona que limpió Consejería hace unos años para liberar de maleza el paso de los cables de tensión, dejando un pasillo bastante ancho y cómodo para andar.
En el flanco izquierdo se abre una pequeña arboleda de pinos.
Y en el lado derecho, predomina una amplia extensión de avellanos, bastante querenciosa, entremezclados con algún que otro pino e incluso algo de encina.
El caso es que allí nos sentamos a descansar y fumar un purillo.
Y en ello estábamos cuando a unos 100 metros más arriba, vimos pasar de un lado a otro lo que creíamos que era una sorda.
Recogimos enseguida la escopeta, conectamos los beepers y fuimos a comprobarlo.
Anécdotas cazando la sorda: Muestra, guía y momentos de tensión.
Mi tio ascendió con los perros por el pasillo hasta la zona en la que creíamos que se había posado y yo subí por el lado derecho para colocarme justo detrás de los avellanos, con el fin de hacerla un sándwich y cubrir otra de las posibles escapatorias del pájaro.
Una vez posicionado me quedé en estricto silencio y me limité a escuchar lo que ocurría.
Leves silbidos de mi tío para dar indicaciones a los perros, el característico sonido de las pisadas de Zar y Darko al caminar entre los avellanos…
Y poco tiempo después, fue Zar nuevamente quien se quedó en muestra.
Se ve que el pájaro intentaba fugarse a peón, pues el perro rompió la muestra en varias ocasiones, guiaba y volvía a pararse.
El momento y la espera se tornaban bastante tensos.
Más aún después de los errores de la jornada anterior. Ni quería, ni podía volver a fallar…
Anécdotas cazando la sorda: Se arrancó la becada
De pronto me dio la sensación de escuchar el peón de la sorda entre la hojarasca del suelo.
Casi en el vértice de los avellanos, a pocos metros de mi posición, aunque algo más a la derecha.
Había un profundo argomal, pero poco me importó.
Sin hacer ruido me metí en él y volví a colocarme.
Las piernas empezaban a “calentarse” con las árgomas, pero en ese momento me daba lo mismo, solo podía pensar en resolver el lance.
El perro siguió guiando hasta volver a quedarse en muestra, con mi tio justamente a su espalda, supongo que atento a lo que estaba por venir.
Y por fin se arrancó la sorda, anunciando su vuelo con golpes secos de sus alas entre las ramas.
Fue a salir justo a mi lado y esta vez no fallé…
Me armé de templanza, la guié brevemente con el cañón y logré abatirla de un certero disparo para verla caer entre la árgomas.
¡Cayó Jose, cayó!… Grité a los cuatro vientos..
Estaba emocionado, pero no me dio tiempo a terminar la frase, pues del mismo lugar, botó una nueva becada que también fue a pasar por delante de mí.
Me quedé tan sorprendido que no acerté a encarar la escopeta y cuando me disponía a decírselo a mi tio, vi volar una tercera sorda desde unos veinte metros más arriba, que se perdió en dirección a la sierra.
¡Tres Jose, tres!. ¡Han salido tres sordas juntas!
Anécdotas cazando la sorda: ¡Una, dos y tres!
Increíble pensé… En algún momento si que había tenido oportunidad de ver dos becadas juntas, pero desde luego, nunca tres.
De hecho, se trata de un pájaro muy territorial, por lo que no es normal verlas ni tan siquiera cerca unas de otras.
Finalmente llegó mi tio, que si había visto saltar las dos primeras, pero no la tercera.
Y Darko pudo cobrar la becada abatida, no con poco esfuerzo, pues fue a caer en mitad del argomal y, ni estaba fácil de entrar, ni tampoco de dar con ella.
Nos sentamos, hicimos las fotos de rigor, comentamos la jugada y lo celebramos en su justa medida.
Pues abatir una sorda, bien merece un homenaje acorde a la belleza y carácter salvaje del pájaro.
Personalmente, después de la fatídica jornada anterior, me hizo sentir bien, me permitió recuperar sensaciones y olvidar los errores pasados.
Lo que no olvidaré nunca fue el lance, esas tres sordas saliendo juntas y a los perros disfrutando del cobro de una de ellas.
Por espectacular e inverosímil, ya lo he incluido entre mis mejores anécdotas cazando la becada.
¡Buena caza y al monte!
Y como siempre, si te ha gustado este post sobre mis anécdotas cazando la sorda, te animo a que lo compartas un poco más abajo…

Amante de la caza y la naturaleza, enamorado del setter inglés y sordero empedernido. Entre encinas, robles y hayas disfruto de cada instante que me ofrece el monte, alejándome cada vez más del lamentable postureo cinegético.