Las anécdotas de caza son esos instantes risueños, cómicos incluso, normalmente provocados por algún error en la resolución de un lance y que además nos permiten contar divertidas historias con familiares y amigos.
Yo he vivido una muy recientemente en una batida de corzo y no sé si es graciosa, pero desde luego, no tiene desperdicio.
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Anécdotas de caza en una batida de corzo
Poco antes de finalizar la veda salí de batida corcera con la cuadrilla.
A primera hora de la mañana me tocó una postura bastante abierta, por lo que monté la mira del rifle y gradué los aumentos para ajustarla a las posibilidades de tiro que me podía encontrar.
La población de corzos es enorme en mi tierra por lo que el ruido de los rifles se tornaba ensordecedor en los alrededores.
Pero con el paso del tiempo, los lances fueron decayendo y el Jefe de Cuadrilla decidió cambiar de lote.
Al cambiar de zona, cambié de puesto y el nuevo presentaba unas condiciones totalmente opuestas a las del anterior.
Rodeado de encinas, era un tiradero muy cerrado, con mucha menos visibilidad y para un disparo prácticamente a tenazón.
De hecho, mi labor era cerrar un paso muy querencioso de jabalí, zorro y también de corzo, claro.
Apostado en el tiro sucedió la anécdota cinegética
Nada más llegar revisé la zona, busqué huellas recientes de animales y en función de lo que observé, decidí colocarme.
Pensé en quitar la mira del rifle, pero creo que me entretuve prendiendo un Minor y atendiendo más tarde la emisora, por lo que se me pasó.
Al cabo de 20 minutos de espera, mientras escuchaba la lejana demanda de los perros acercarse, descubrí una paciente zorra que se acercaba con cautela entre la maleza.
La tenía a tiro, pero había árboles y una extensa capa vegetal entre medias, por lo que preferí esperar que se entregase, como mandan los antiguos.
Y la espera dio sus frutos, pues aunque el animal pudo escoger distintas variantes de dirección, siguió el paso que presumiblemente le llevaría hasta mí.
En silencio prosiguió su paso y en silencio la esperé, algo tenso y con el corazón acelerándose, pero dispuesto ante lo que estaba por venir.
Lo debí hacer bien, pues cuando superó la última mata de zarzas que nos separaba y se dejó ver en mitad del sendero, aún no se había percatado de mi presencia.
La tenía a poco más de 10 metros y entonces…
Nervios y falta de práctica con el rifle
Encaré el rifle, apunté con total tranquilidad, la centré en el punto de mira y percutí el gatillo.
La bala debió enterrarse cerca porque la zorra pegó un salto de órdago, terminó de girarse y echó a correr hacia mí.
La mueca de sorpresa por errar un disparo tan sencillo duró lo mismo que un caramelo a la puerta de un colegio, pues nada más ver a la zorra acercarse, me puse nervioso e intenté atropelladamente cerrojar una nueva bala.
Pero no fui capaz y ya la tenía encima, por lo que solo se me ocurrió lanzarla una patada que se perdió en el aire, ya que un instante antes de llegar a mi altura, volvió a girar hacia su izquierda y se marchó por donde había venido.
Menudo «cuadro»… ¿Te imaginas la situación?
Después del trastabillado encuentro solté un endemoniado improperio a los cuatro vientos y me quedó una risa floja que desembocó en un profundo pensamiento interno: «¡Qué gilipollas eres Álvaro!».
Las anécdotas de caza suelen venir por errores tontos
Ya más calmado repasé el lance mentalmente, intentado razonar mi error, hasta que caí en que la mira, graduada para el tiradero anterior y totalmente prescindible en esta nueva ubicación, me había jugado una mala pasada en un espacio tan corto.
Si a esto le sumas los nervios y la falta de práctica con el rifle, pues te deja una situación poco más que cómica.
Una de esas anécdotas de caza que siempre terminas contando con una sonrisa e intentando ocultar la «vergüenza» del acontecimiento.
En fin, ya puedo espabilar, por que si en lugar de un zorro, se trata de un jabalí…
¡Un abrazo y al monte!
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Amante de la caza y la naturaleza, enamorado del setter inglés y sordero empedernido. Entre encinas, robles y hayas disfruto de cada instante que me ofrece el monte, alejándome cada vez más del lamentable postureo cinegético.