Si hay algo que me encantan son las anécdotas de cazadores, aunque en este caso no es mía, si no de un amigo, pero me la contó la semana pasada y en cuento terminé de reírme, pensé… ¡Esto lo tengo que compartir en el blog!
Se trata de las primeras peripecias venatorias del «Apuntapala» y no tiene desperdicio…
Y como es probable que lo conozcas, te animo a que descubras de quién se trata…😉
Índice de contenidos
Anécdotas de cazadores | El debut venatorio del “Apuntapala”
Corría el año «catapún», en aquella época en la que aún estaban permitidos los cinco disparos en las repetidoras, cuando el muchacho de poco más de 12 años, protagonista de nuestra anécdota de caza, empezaba a acompañar a su tio, aunque por aquel entonces, como un simple meritorio.
El «día de autos», cazando la codorniz en Terrazos de Bureba, les alcanzó esa hora en que el sol llega a dominar el cielo en plenitud y decidieron parar a comer, echar una buena siesta a la sombra de una chopera y recobrar fuerzas.
Sanas costumbres, que cuando adolecemos de la sabiduría propia de la edad, nos cuesta entender, pues nos hierve la sangre y ese impulso feroz de volver enseguida al rastrojo para seguir cazando.
De modo que, mientras uno descansaba, el otro trasteaba…
En esas entró una paloma torcaz y fue a posarse en la chopera, lo que despertó el interés del chaval, que sin perder un instante, fue corriendo a avisar a su tio Sebas del acontecimiento.
Anécdotas de cazadores | Una paloma torcaz despistada
Y Sebas, entre incrédulo y adormilado, con pocas ganas de que lo molestasen, le dijo al muchacho que cogiese la escopeta y fuese a matarla.
Al chiquillo de 12 años se le abrieron los ojos como platos, pues la escopeta de su tio Sebas era «como un templo sagrado», una de esas cosas que se miran, pero no se tocan.
Alterado por los nervios, su tio le cargó los cinco cartuchos, le quitó el seguro y le dio las indicaciones pertinentes para que abatiese la paloma: «Apunta, tápala y dispara»
Pero entre la ansiedad, los nervios, las ganas y la emoción, quién sabe si llegó a escuchar algo de lo que le dijo…
Anécdotas de cazadores | Escopeta en mano y a por la paloma…
El caso es que el muchacho tomó la escopeta entre las manos y a medida que se acercaba, divisó nuevamente a la paloma, que seguía posada en el árbol y «dándole la espalda».
Se paró a una distancia prudencial, levantó el arma y…
¡Pim, pam, pum, fuego!
Soltó los cinco disparos con gran alegría y prácticamente al unísono, como si lo que tuviese entre las manos fuese una ametralladora.
Ni qué decir tiene que la torcaz se marchó con el susto de su vida, pero sin dejar una sola pluma de recuerdo.
Anécdotas de cazadores | ¿Pero qué has hecho?…
Instantes después apareció su tio, animado por el son de los disparos y le preguntó: ¿La has matado?.
Que va, la he fallado – Le contestó el muchacho.
¿¡Pero si le has cascado los cinco tiros, cómo la vas a haber fallado!? – Le increpó Sebas.
¡Pues yo he hecho lo que tú me has dicho! – Volvió a responder.
¿¡Pero la has tapado!? – Insistió Sebas.
¿Cómo que si la he tapado? – Cuestionó el chaval.
¡Te dije que la tapases! – Repitió el tio.
¡No, no… A mí me has dicho apuntapala dispara…! – Se defendió el crío
Anécdotas de cazadores | Por supuesto, dio origen a un mote…
Sebas le había dicho claramente lo que debía hacer para abatir la torcaz: «Apunta, tápala y dispara».
Pero el muchacho emocionado y preso de los nervios, entendió «apuntapala dispara» y claro, le soltó cinco tiros, como cinco soles y se quedó tan ancho…
La paloma se marchó con más vida de la que tenía, pero él se endosó un gracioso mote que lo acompañó durante toda su juventud entre los amiguetes cazadores del pueblo: «El apuntapala dispara»
¿Aún estás divagando alrededor de la identidad del protagonista?.
Pues va, la última pista… Es perdicero y de Bilbao 😉
¡Un abrazo y al monte!
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Y si te gustan las anécdotas de cazadores y te has reído con el debut cinegético del «Apuntapala», puedes compartirlo en tus redes sociales desde los botones que encontrarás al final del artículo.

Amante de la caza y la naturaleza, enamorado del setter inglés y sordero empedernido. Entre encinas, robles y hayas disfruto de cada instante que me ofrece el monte, alejándome cada vez más del lamentable postureo cinegético.
Muy buen post Álvaro!! Menudo mote se ganó tu amigo Sebas jajajaja
Muchas gracias Julián, pero Sebas era el tio del protagonista
¡Un abrazo y al monte!