Si en tu infancia has tenido oportunidad de leer las viñetas de Astérix el Galo (Yo aún lo hago), recordarás aquella famosa frase de Obélix, que decía: «¡Estos romanos están locos!.»
Pues más o menos es la misma exclamación que me viene a la cabeza cuando escucho a alguno de estos animalistas radicales.
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¡Estos animalistas radicales están locos!
«El hombre se diferencia del animal en que bebe sin sed y ama sin tiempo», escribió Ortega y Gasset.
Esta frase del filósofo y ensayista español, en la que destaca el contraste de intelecto entre el ser humano y los animales, también pone de manifiesto la diferencia existente entre nosotros. La misma que los animalistas radicales de hoy proponen eliminar, equiparándonos en derechos a unos y otros.
Es el sinsentido de una sociedad que ha perdido el equilibrio y que no es capaz de dibujar ninguna escala de grises, tan solo blancos y negros.
Pues hemos pasado del salvajismo de arrojar cabras desde campanarios, a querer meterlos en la cama con nosotros y todo lo que se escape de esa rutina, es criminalizado como maltrato animal.
Cuando personalmente, creo que a los animales hay que respetarlos, cuidarlos, mirar por ellos y evitarles daños innecesarios, pero cada uno debe estar en su sitio, pues raya lo absurdo poner al mismo nivel el bienestar de nuestro hijo y el de nuestro perro.
¿Realmente los animalistas radicales aman a los animales?
Con frecuencia me pregunto cuáles son los verdaderos sentimientos de estos animalistas radicales hacia sus mascotas…
Si nos atenemos a la definición que nos ofrece la psicología, «el amor exacerbado hacia los animales es fruto de sentimientos como la soledad».
Lo que me lleva a pensar si la elección de una mascota responde a criterios de pasión hacia ella o más bien es un ejercicio de egoísmo para mitigar nuestros complejos.
Pues de otro modo, no existiría esa inquietud por disfrazarlos, hablarlos como si fuesen bebés, llevarlos en sillitas o sentarlos a la mesa a comer…
Es decir, no tendríamos la necesidad de humanizarlos.
Como tampoco los obligaríamos a malvivir en pequeños pisos, sin espacio para desarrollar sus instintos, ansiando pisar la calle y lejos de la dictadura de sus correas.
¿Por qué estos animalistas radicales consideran que enclaustrar un agaporni en una jaula es bienestar animal?
Sin embargo, en su cruzada de animalistas contra cazadores, no tienen reparos en utilizar al perro de caza como herramienta de criminalización, vertiendo bulos y falseando datos sobre abandono y maltrato canino, cuando año tras año ha quedado demostrado que estamos lejos de liderar ninguna de esas listas, aunque alguna que otra manzana podrida haya podido colarse en el barril.
Una supuesta sensibilidad que no termino de percibir
El dogma de estos animalistas radicales se basa en una extremada sensibilidad, una cualidad de la que presumen en cada foro en el que participan.
Predican valores, educación, respeto y nuevamente, esa desorbitada sensibilidad que les caracteriza y que ponen como ejemplo a la hora de diferenciarse de nosotros.
Pero permíteme que lo ponga en duda, pues nadie que arrastre tal carga de piedad y afectividad, sería capaz de celebrar la muerte de un igual, por el mero hecho de tener posiciones encontradas.
Y si por algo destacan estos animalistas radicales de hoy, es precisamente por su capacidad para odiar, para insultar, para atacar y acosar a todo aquel que no comparta su doctrina o que piense de forma diferente.
Pues en ese ejercicio de libertades que promocionan, solo puede ser libre quien asume la rectitud del camino que ellos mismos definen.
Incapaces de poner en entredicho a sus líderes
Lo que me resulta más penoso es que ese fanático amor hacia los animales responde en verdad a un provechoso negocio que mueve muchísimo dinero.
Ejemplos como el de Pacma, que últimamente no sale del disparadero por las constantes corruptelas y manipulaciones que le son descubiertas, deberían hacer reflexionar a su horda de seguidores.
Pero lejos de pararse a pensar, se afanan en decir «amén» a cada una de sus iniciativas, sin valorar el fundamentalismo que conllevan.
Y como este, tenemos muchos más ejemplos…
Protectoras que aprovechan situaciones de caos en un incendio para allanar fincas privadas y robar perros, entidades ecologistas sin ánimo de lucro, que reciben subvenciones millonarias y después no hacen transparentes sus ejercicios económicos…
Grandes partidas presupuestarias, destinadas a campañas poco o nada efectivas de esterilización de jabalíes. Un negocio muy lucrativo que persiste en manipular la naturaleza de los animales y que después de fracasar estrepitosamente, no ha rendido la más mínima cuenta.
Y un largo etcétera de casos que, curiosamente, no siempre ocupan espacio en primera plana de los medios de comunicación.
Conclusiones sobre los animalistas contra la caza
Quizás sea complejo de entender que quien hace un justo aprovechamiento de los animales, también sea capaz de respetarlos y amarlos como el que más.
Para mí no lo es, pero…
En cualquier caso, creo que es necesario devolver las cosas a su sitio, porque estamos llegando a un extremo en el que los medios de televisión evitan grabar a un toro muerto en San Fermín, para no herir la sensibilidad de estos animalistas radicales, pero acto seguido, emiten una noticia en la que dos niñas aparecen abrazadas a su padre muerto en un accidente…
Seamos más humanos y aprendamos a no confundir el amor con el egoísmo.
¡Un abrazo y al monte!
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Amante de la caza y la naturaleza, enamorado del setter inglés y sordero empedernido. Entre encinas, robles y hayas disfruto de cada instante que me ofrece el monte, alejándome cada vez más del lamentable postureo cinegético.
Estos animalistas son los que defienden que cada persona es dueña de su cuerpo? Es decir, sí al aborto? Me gustaría tener respuesta.
Hola Valeria,
Pues no lo sé, desconozco si una cosa está relacionada con la otra, habría que preguntarle a cada uno de ellos qué piensa sobre el aborto, supongo.
Un saludo