Que lenta avanza la semana mientras aguardo la llegada del sábado, para dejar a un lado la estresante vorágine laboral y salir de nuevo con mis setters a disfrutar del aire puro en la cara, a respirar los aromas de la madre naturaleza y a seguir descubriendo alguno de los muchos secretos que todavía me esconde.
Un auténtico vicio que comparto con mis canes, que en la ausencia de calendario, si parecen tener un reloj biológico que les indica que ese día toca campeo.
Y este fin de semana, tocó un poquito de todo.
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Campeo con Setter Inglés: Sábado de playa, domingo de montaña
La ubicación y el entorno es lo de menos.
Como yo, solo quieren disfrutar de su libertad descontrolada.
Unas veces entre helechos, robles, eucaliptos o encinas.
En otros casos, sorteando las olas, disfrutando del baño y dejando su instantánea huella en las finas arenas de nuestras playas.
A veces corren, otras vuelan, por momentos su agudizado olfato les invita a curiosear un rincón u otro y de pronto vuelven a salir al galope, detrás de algún pajarito o de cualquier otro objetivo interesante que se cruce en su camino.
Porque eso es la libertad descontrolada, dejarte llevar por el instinto y seguir aquello que te seduce en cada momento.
Gracias a eso presumen de ser perros equilibrados, sin taras, con sus necesidades bien cubiertas y en tan buena forma como los que más.
¿Quién soy yo entonces para negarles dicho privilegio?
Más si cabe cuando mis propias necesidades están alineadas con las suyas y podemos compartir satisfacciones.
Todo un lujo al alcance de muchos, pero que lamentablemente, muy pocos somos capaces de aprovechar.
Campeo con Setter Inglés: Playa de Liencres
El sábado solo tuve que abrir la puerta del remolque, ellos solos se encargaron de salir apresuradamente, no había un segundo que perder.
Tampoco tenían interés alguno en pararse a admirar la enorme belleza que aquella vasta extensión costera, se ve que preferían descubrirla sobre el terreno y en ello se afanaron.
Persiguiéndose los unos a los otros, entreteniéndose con cualquier palo, saltando las olas y dándose un cole cuando necesitaban mitigar el calor.
Sencillamente, dando rienda suelta a su instinto, ese que con excesiva frecuencia, algunos tratan de poner en entredicho.
Todo eso ante la atenta mirada de algún que otro compañero canino, que lastrados por una escueta correa, quizás soñaban despiertos con llegar a disfrutar algún día de esa libertad descontrolada, que a los míos parecía hacerles tan felices.
Campeo con Setter Inglés: Montaña cántabra
El domingo decidí cambiar arena y mar, por bosque y eucaliptos, pero no pareció importarles, más bien al contrario, es su medio natural, donde probablemente más disfrutan y sin duda, donde logran poner en valor sus mejores aptitudes.
Como la mañana amenazaba agua, no había otros perros, ni otras correas, ni miradas caninas observando con envidia, por lo que el monte era nuestro, solo nuestro, con el beneplácito de las muchas especies que lo habitan… ¡Otro privilegio!.
Ellos, mis perros, como cada vez que pisan el monte, desataban su pasión y campeaban felizmente entre árgomas y zarzas, buscando quién sabe qué, pues la veda ha finalizado y no quedan sordas refugiadas, pero observando su comportamiento, cualquiera diría que pretendían encontrar alguna rezagada.
Por mí parte, más relajado, apoyándome con fuerza en mi vara de avellano, me limité a disfrutar de las cosas simples que me ofrece la naturaleza cada vez que la visito.
El característico sonido de un pájaro carpintero tallando su árbol, el trote de un corzo buscando un nuevo encame, el ruido del agua descendiendo entre los surcos, el canto de un picazo alertando de nuestra presencia…
Susurros del monte, que solo después de muchas jornadas en él, aprendes a interpretar.
Campeo con Setter Inglés: Después del paseo, merecido descanso
Cuatro horas de campeo, que dan para mucho, pero que casi siempre, terminan dejándome con ganas de más.
Pero con toda la cuadrilla bien cansada, director a la cabeza, deseando llegar a casa para tomar un merecido descanso.
Mis perros no levantaron la oreja hasta la hora de cenar, muestra inequívoca de que el fin de semana había sido tan exigente como divertido.
No percibí exaltación en ninguno de ellos, ni los vi hiperactivos, ni se pasaron la tarde ladrando. Tampoco rompieron nada, ni tuve que enfadarme por su falta de obediencia, vinieron enseguida cuando los llamé…
¿Es curioso lo que hace el cansancio, verdad?
Supongo que el campeo diario hace menguar este tipo de actitudes negativas, aumentando la complicidad con el dueño y logrando que estén más sanos y equilibrados.
Quizás, alguno de estos animalistas de cheslonge, tan preocupados por el bienestar animal, pruebe a sacarlos de vez en cuando y aunque sea en pequeñas dosis, les conceda esa libertad descontrolada de la que hablaba.
Enseguida verán como sus canes bajarán de peso, se comportarán mucho mejor, serán mucho más obedientes y ya no necesitarán esos jerséis tan fashion para combatir el frio.
Estarán tan cansados, que no tendrán tiempo para todo eso… Y además, serán mucho más felices.
¡Un saludo y al monte!
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Amante de la caza y la naturaleza, enamorado del setter inglés y sordero empedernido. Entre encinas, robles y hayas disfruto de cada instante que me ofrece el monte, alejándome cada vez más del lamentable postureo cinegético.