Lo siento, pero soy incapaz de entender a esos cazadores prohibicionistas que alegremente disparan saetas afiladas contra cualquier vertiente cinegética que se aleje de sus gustos.
Ni los animalistas, ni ecologistas, ni esa «famosa sociedad» alejada del mundo rural y sus costumbres…
Nuestro peor enemigo somos nosotros mismos, la falta de unión y la poca o nula empatía que mostramos hacia otros compañeros, cuando creemos que la película no va con nosotros.
Parece que vivimos en un bucle de absoluto egoísmo e ignorancia que nos imposibilita ver más allá de la sombra de nuestro propio ombligo, pero se hace necesario buscar cura para esa enfermedad, antes de que se vuelva crónica.
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Cuando veas las barbas de tu vecino cortar…
Últimamente veo una creciente estirpe de cazadores prohibicionistas muy preocupados de cerrar todo chiringuito que no sea de su agrado.
O lo que es lo mismo, poco preocupados de defender aquellas modalidades de caza que no practican.
Y debo reconocer que no soy capaz de salir de mi asombro viendo este tipo de actitudes…
En lugar de valorar que la buena salud del sector es algo que repercute positivamente en todos nosotros, parece que estamos deseando ponerle el trabajo en bandeja a los animalistas, uniéndonos en su cruzada contra la caza.
Y no somos conscientes de que ese refrán tan antiguo que dice: «Cuando veas las barbas de tu vecino cortar, pon las tuyas a remojar», es tan cierto como la vida misma.
Cazadores prohibicionistas
Cada vez son más, empiezan a ser legión y solo les preocupa el bienestar de su disciplina.
Los curioso es que dentro de su pletórico egoísmo, no se cortan en sacar las uñas e incluso requerir la ayuda de todos nosotros cuando su modalidad se ve atacada o es puesta en tela de juicio, sin embargo, vuelven a cerrar los ojos y son incapaces de ofrecer esa misma empatía cuando son otros compañeros quienes se ven afectados.
En realidad no es nada nuevo.
Siempre he tenido la sensación de que al jabalinero se la suda la veda de codorniz y que al recehista tampoco le preocupa demasiado si prohiben o no el silvestrismo.
Pero si ya es triste omitir las inquietudes de nuestros colegas, aún es más lamentable ponerse en plan cazador prohibicionista y aplaudir que las clausuren.
Diferencias en las costumbres cinegéticas
Somos un gran País y parte de esa grandeza nos viene del aporte de las diferentes culturas que engloba nuestra bandera.
Ocurre en todos los aspectos de la vida y claro está, también en el ámbito cinegético.
La forma de vivir y entender la caza, las propias especies que cazamos y en general, las costumbres del Sur, en algunos casos, son distintas a las del Norte.
Pero todos somos cazadores, todos formamos parte del mismo colectivo, por lo que sobra tanta censura, principalmente, cuando nos faltan datos para emitir juicios tan atrevidos.
Entre otras cosas, porque al hacerlo, caemos en la misma estupidez de quien ya nos persigue con antorchas y rastrillos, buscando condenar nuestra actividad.
Antes de opinar, es necesario hacer el ejercicio de recabar datos, invertir tiempo en entender y comprender al resto, conocer sus métodos y tradiciones, encontrar respuestas a esos «por qués» que aún se nos escapan y solo entonces, estaremos legitimados para juzgar.
¿Te imaginas que llegado ese momento empiezas a respetar aquello que tanto te habías afanado en sentenciar?
Menos prohibir y más gestionar
A todos esos cazadores prohibicionistas, aficionados a cerrar las puertas de otros, les diría que replanteasen su postura, pues no aporta ningún bien a un colectivo que conformamos todos.
Y como mínimo, que doten de fiabilidad a sus valoraciones, para que el atrevimiento venga acompañado de la cordura y no de la simpleza mental.
Tampoco me parece que el verbo más apropiado sea prohibir. Ya sabes que me inclino más por este otro: gestionar.
Porque estamos de acuerdo en que hay especies que agonizan, que atraviesan sus peores momentos y sobre las que es necesario tomar decisiones al respecto.
De hecho, hace tiempo que más de una modalidad venatoria viene pidiendo a gritos una profunda reflexión en pos de su sostenibilidad.
Pero insisto, centrémonos en la gestión y no en su prohibición, pues hasta la fecha, lo primero ha demostrado ser muy eficaz, lo segundo, raramente ha supuesto repunte alguno para la especie en cuestión.
El buen cazador, como buen conservacionista, es el primero en asumir la realidad y contribuir a mejorarla.
Siempre ha sido así y esa debe ser nuestra línea a seguir.
Cazadores prohibicionistas en el VideoBlog
Como complemento al artículo, publiqué un vídeo en mi sección de VideoBlog de Caza que resume fielmente mi opinión y que te dejo a continuación para que lo visualices.
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¡Un abrazo al monte!
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Amante de la caza y la naturaleza, enamorado del setter inglés y sordero empedernido. Entre encinas, robles y hayas disfruto de cada instante que me ofrece el monte, alejándome cada vez más del lamentable postureo cinegético.
Como decía el Maestro sin tener ni puta idea «hay gente pa to».
Demasiada, por desgracia 😉