Cada vez más, me gusta escuchar la voz sensata y experta de esos cazadores veteranos, curtidos en mil batallas, con muchas horas de monte en su curriculum que les conceden un amplio conocimiento de los pequeños entresijos cinegéticos de cada especie, esos que en la mayoría de ocasiones marcan la diferencia entre el éxito o el fracaso.
A diferencia de muchos de nosotros, los más jóvenes, que venimos “rompiendo moldes” e incluso parece que por momentos estamos dispuestos a reinventar el arte venatorio, ellos son capaces de simplificar la caza, centrándose únicamente en disfrutar de lo verdaderamente importante, la esencia de cada jornada.
No les hacen falta caros atavíos para desarrollar su afición con acierto.
Tampoco suelen perder el tiempo con enrevesados artefactos tecnológicos.
Sus perros tienen nombres sencillos y aprenden el oficio lejos de concursos de gran busca.
Probablemente no portan la última y más moderna superpuesta fabricada por Beretta.
Ni se vuelven locos buscando ropa técnica, híper transpirable y súper ligera.
Pero lo más cojonudo es que son los que más y mejor cazan.
La caza se hace en un momento
Como decía, tengo la sensación de que a menudo nos complicamos sin necesidad.
Cada vez necesitamos más cosas para salir de caza, cuando tan solo hace unos años, a esos cazadores veteranos, les servía con un jersey de lana, unos vaqueros viejos, las botas de goma y esa paralela cargada de herencias, que si bien no era muy pintona, respondía como la mejor.
Y en el monte, en el discurrir de cada jornada, igual…
Nervios, kilómetros y más kilómetros, siempre corriendo, con la lengua fuera, intentando perseguir a esos canes maratonianos que por momentos logran hacernos olvidar que son ellos quienes deben cazar para nosotros y no al revés.
Ellos, sin embargo, esos cazadores veteranos de los que hablo, lo entienden y lo practican de otro modo.
Sin volverse locos, desde el sosiego que les concede su inmenso conocimiento, porque las perdices se cazan hoy igual que hace veinte años y la experiencia les dicta que lo importante no es correr detrás de la presa, sino entenderla y tratar de buscarle la ventaja.
E insisto, cazan tanto o más que nosotros.
Buenos consejos de cazadores veteranos
Tener la oportunidad de escucharles y la inteligencia de interiorizar sus consejos, normalmente es sinónimo de aprendizaje.
Y personalmente, siempre que puedo, soy de los que disfruto poniendo atención a sus palabras.
No hace mucho, tomando un café con un amigo de los que sin duda podemos incluir en la clasificación de cazadores veteranos, me decía “la caza se hace en un momento”…
“Hay que ir con más calma, porque el lance aparece en cualquier momento y hay que saber interpretarlo. Ponerse nervioso porque no ves nada y darle seis vueltas al monte a puro apremio, ni beneficia, ni favorece en nada”.
Y seguía sentenciando…
“Cazar no es correr, es entender el monte, la pieza, buscar sus querencias y tener la templanza suficiente para resolver el lance cuando lo alcanzamos”.
Y no le falta razón, pues como bien dice, la caza se hace en un momento.
Seguro que todos hemos tenido esa anodina jornada de codornices que ha cambiado su curso cuando hemos encontrado un pequeño corrillo que ha terminado por dulcificar el sabor de la cacería.
O esa otra mañana con ausencia de becadas, que se resuelve al final con varios lances inesperados y nos permite saborear las mieles del éxito cuando ya lo dábamos por perdida.
La falta de paciencia o la ansiedad son malos compañeros cinegéticos.
Y como bien decía mi amigo, tampoco es cuestión de correr y hacer kilómetros, sino de abrir los ojos, pensar y valorar las condiciones del monte para entender dónde podemos encontrar los pájaros que buscamos.
No desesperar y mantener la constancia, suele conllevar éxitos.
Y si no es así, enfados los justos, porque si algo sabían esos cazadores veteranos, es que el monte siempre te espera para ofrecerte una nueva oportunidad.
Y como siempre, ya sabes, si te ha gustado el post, te animo a que lo compartas un poco más abajo y amplíes el contenido con tus opiniones.
¡Un saludo y buena caza!

Amante de la caza y la naturaleza, enamorado del setter inglés y sordero empedernido. Entre encinas, robles y hayas disfruto de cada instante que me ofrece el monte, alejándome cada vez más del lamentable postureo cinegético.