Hablando con otros cazadores me queda la sensación de que este año hemos sido unos auténticos privilegiados, pues la escasez de pájaros en otros acotados, contrasta con las entretenidas jornadas que estamos viviendo en Tabanera de Valdavia. De hecho, iniciando Septiembre, seguimos cazando codornices en la Media Veda.
Claro que no podemos establecer comparativas con esas jornadas de hace 15 años, en las que colgarse 30 ó 40 codornices venía a ser una tarea de carácter ordinario, pero igualmente, y más para mí, que no he conocido esas bonanzas, media docenita de codornices bien puestas, en pleno Septiembre, son un auténtico lujo.
Índice de contenidos
Llega Septiembre y aún podemos seguir cazando codornices en la Media Veda
Después de la apertura, tenía la sensación de que en mayor o menor medida, íbamos a disfrutar de pájaros hasta el final de la temporada, y por el momento, aquella previsión tan atrevida se va cumpliendo.
Al menos, este primer fin de semana de Septiembre, nos ha deparado unas jornadas más que entretenidas, con un buen número de lances y un trabajo espectacular de los perros.
Con las coturnas aguantando aún la muestra de buen grado, pero empezando a exigir el máximo de los canes para extraerlas de sus refugios, unas veces guarecidas en el lombío, otras descansando en perdidos y barbechos.
Y en general, bastante esparcidas, lo que nos deja la esperanza de que aún no den por finalizada su visita.
Cazando codornices en la Media Veda: Sábado 1 de Septiembre
El amanecer y la poderosa salida del sol ya dejaba entrever que íbamos a tener una mañana calurosa.
A las 7:30 h, pertrechado de todo lo necesario y acompañado nuevamente por mi mujer, solté a Zar y Darko en uno de los páramos del coto y nos adentramos en una tierra de centeno, que como es costumbre en Tabanera, presentaba una panorámica ideal, con las hileras de paja intactas y el rastrojo cortado a una altura, digamos, decente.
No tardamos en disfrutar de nuestro primer encuentro, casi al fondo de la tierra, en el perfil que une el cereal con el inicio del monte, Zar se quedó en muestra y Darko le acompañó a patrón.
La codorniz nos dejó llegar, colocarnos, acariciar al perro que se mantenía fijo en su postura y soltar un ligero suspiro de concentración, antes de botar y abatirla de un disparo.
Cayó unos metros más adelante, entre los robles.
Pensé que nos costaría más encontrarla, pero Darko no tardó en volver con ella victorioso, con esa expresión de satisfacción que siempre pone cuando cobra una pieza.
Minutos después, un nuevo lance, una nueva muestra de Zar y otra codorniz a la percha.
Seguimos andando y de pronto, otra codorniz se echó a volar pocos metros delante de mí.
No la tiré, me quedé parado esperando ver donde se posaba, pero ella, muy hábilmente, decidió alargar su vuelo y exiliarse entre los robles, donde quizás sabía que no íbamos a ir a buscarla.
Tres codornices en 15 minutos, pintaba muy bien…
Igual se han movido, pensé.
Habíamos levantado tres codornices en menos de 15 minutos y todo hacía presagiar que la densidad de pájaros había aumentado en los últimos días.
Pero fue un simple espejismo, pues la siguiente hora y media nos la pasamos en blanco, sin rastro de pluma y con el calor empezando a hacer mella en los perros.
Asi que, nos tomamos un breve descanso para refrescarnos y pensar en la siguiente “jugada”.
Eran las 9:30 h de la mañana, estábamos solos en el páramo y no tenía la menor intención de mover el coche, por lo que decidimos seguir en la misma zona, pero guiando nuestros pasos hacia el lado contrario al del inicio de la jornada.
La estrategia resultó exitosa, ya que en esa dirección encontramos tres codornices, relativamente juntas, que los perros se esforzaron en poner al descubierto.
Poco después, justo en el lindazo que separaba el cereal con una plantación de pinos jóvenes, Zar rescató una leve emanación, se encabezonó en su búsqueda y minutos después de rastrear cada palmo de terreno, terminó por levantar tres codornices más, ni juntas, ni revueltas, que nos dieron juego y volvieron a darnos fuerzas para continuar la jornada, a pesar de que el calor ya era bastante intenso.
Final de jornada en la vega
Quizás por eso, o porque he cogido la costumbre de pegar los últimos tiros en la vega, decidimos trasladarnos y seguir cazando cerca del agua.
Además es una zona del coto que me gusta especialmente, pues está muy bien cosechada, tiene buenos lindazos y la cercanía con el agua siempre garantiza que algún otro pájaro se deje ver.
No dio para mucho, porque estuvimos poco más de media hora, pero si lo suficiente para disfrutar de dos nuevos lances, esta vez protagonizados por Darko y cobrados por Zar.
Cazando codornices en la Media Veda: Sábado por la tarde
Con 27 graditos que marcaba el monitor del coche a las 19:30h de la tarde daba un poco de pereza pisar el rastrojo, pero los buenos resultados de la mañana y la compañía de mi mujer, terminaron por animarme.
Fueron dos horas muy amenas, en las que levantamos 6 codornices.
Los perros, después de la exigente mañana de caza, marcaban un ritmo más sosegado y pausado, pero constante y sin perder la ilusión por encontrar más caza.
En total, entre la mañana y la tarde, fuimos capaces de mover 17 codornices, un gran número para la altura de temporada en la que estamos y más que suficientes para divertirnos y seguir cazando codornices en la Media Veda.
Cazando codornices en la Media Veda: Domingo 2 de Septiembre.
Se nos acababa el fin de semana y teníamos que volver a Cantabria después de comer, por lo que nos centramos en aprovechar al máximo esas pocas horas de caza que nos restaban.
Al igual que el día anterior, la mañana auguraba una jornada de mucho calor, lo que unido al cansancio acumulado de los días previos, nos terminaría pasando factura a todos.
En cualquier caso, la cacería fue muy entretenida, con constantes levantes, muestras, momentos de tensión… Pura caza!!!.
Nos decidimos por un par de tierras que nos generaban confianza, en el páramo contrario al que cazamos el sábado.
Una de ellas con la paja picada y el rastrojo a buena altura.
La otra, con grandes lombíos que premiaban nuestra esperanza de que alojasen un buen puñado de codornices.
Y ambas, con agua al final de las mismas, gracias al riachuelo que sube desde el límite del coto y cruza todo el páramo.
Cazamos hasta las 09:30h y encontramos codornices en ambas tierras, tantas como 6, gracias el tremendo trabajo de Zar y Darko.
Sin embargo, y a diferencia de jornadas anteriores, el ruido de las escopetas cercanas ya no era tan constante.
A esa hora, cogimos el coche y volvimos al otro páramo, a la misma tierra en la que habíamos cazado el día anterior, en busca de dos o tres codornices que habíamos dejado y que, por suerte, tuvieron a bien hacer acto de presencia.
En total, otros 9 pájaros en poco más de tres horas de caza.
A las 10:30h, con perros y dueños exhaustos, y una expresión de satisfacción en nuestras caras, decidimos dar por finalizado el día y marcharnos a tomar un café.
Gran trabajo de los perros
Más allá de perchas y resultados, si hay algo que me satisface y con lo que me voy muy contento, es con la evolución de Zar y Darko en una modalidad de caza para la que sigo pensando que el estándar del setter inglés, no es el ideal.
Ya escribí un post de presentación sobre Darko y por supuesto, también le dediqué uno a Zar.
En cualquiera de los dos hablo de perros que se defienden en este tipo de terreno, pero que en ningún caso de perros codorniceros.
Sin embargo, la experiencia más reciente pone en alza mi error, ya que ambos han evolucionado y se han adaptado fenomenal a la caza de codorniz, pero concretamente Zar, me ha demostrado estar a la altura de los mejores especialistas.
Le he visto mejorar en todos los aspectos, sacar codornices duras y reacias a iniciar el vuelo a base de cabezonería y empeño, tirar de su fina nariz para hacer muestras eléctricas en plena carrera, guiar la muestra para acompañar el peón del pájaro y no quedarse atrás…
Y esto es lo que más me motiva, lo que me hace disfrutar verdaderamente, pues no entiendo la caza sin perros y baso un gran porcentaje de mi diversión en su capacidad para gestionar el monte y la caza.

Amante de la caza y la naturaleza, enamorado del setter inglés y sordero empedernido. Entre encinas, robles y hayas disfruto de cada instante que me ofrece el monte, alejándome cada vez más del lamentable postureo cinegético.