Llevo más de una década cazando la becada. Supongo que el doble de tiempo que algunos y solo un cuarto del que llevarán otros muchos.
En cualquier caso, estamos hablando de un mínimo de 500 jornadas en su busca, o si lo prefieres, alrededor de 2.500 horas de monte que han deparado muchas anécdotas, muchas experiencias y algún que otro lance…
Si lo piensas detenidamente, con un mínimo de talento y capacidad, obtendrías el grado de maestro en cualquier tarea a la que dediques esa ingente cantidad de horas.
Ahora bien… ¿Se puede decir lo mismo cazando la becada?.
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Esa enigmática Dama me sigue desconcertando
Es inevitable, ahora que se va acercando la desveda, empezar a ponerse un poco nervioso.
Quedan menos de 15 días para la apertura y aunque en la mayoría cotos se tardará algo más en divisar las primeras sordas, quien más, quien menos, ya está organizando el equipo, buscando los complementos que le faltan, haciendo provisión de cartuchos y gestionando los nervios como puede.
Yo alivio mi inquietud saliendo casi a diario con los perros, escribiendo en el blog, que además me sirve de bálsamo relajante y revisando mis apuntes de temporadas anteriores.
Enigmática y sorprendente, quien se inicia en la caza de la sorda no vuelve a distraer sus sueños con nada más.
Fotos, resúmenes de jornadas, algún que otro vídeo, el excel con los datos de capturas y avistamientos…
Recuerdos en general, experiencias y anécdotas cazando la becada, que me sirven para soñar con lo que viene, en función de lo que ha pasado.
Y echando un veo a esos archivos es cuando te vienen a la cabeza lances imposibles o anécdotas casi surrealistas que contribuyen a engrandecer el mito de la Dama del Bosque.
Porque en el caso de la becada, el mito se ha convertido en realidad.
Si hay un pájaro capaz de romper continuamente con cualquier pauta de comportamiento establecida, esa es la sorda.
Y eso justamente es lo que hace tan espectacular su caza.
Una de mis anécdotas cazando la becada
Supongo que estarás asintiendo con la cabeza después de la afirmación anterior.
En realidad, a nadie que haya cazado la sorda le sorprenderá esta frase, pues hasta el más grande de los maestros es susceptible de verse sorprendido.
A lo largo de estos años me han ocurrido experiencias de todo tipo, a cada cual, más asombrosa que la anterior.
Si hay un pájaro capaz de romper con cualquier pauta de comportamiento establecida, esa es la sorda.
Recuerdo un domingo de Diciembre, hace 5 ó 6 años, cazando con mi tio.
Nos bajábamos al coche con prisa porque teníamos comida familiar y llegábamos tarde, cuando Taly y Zar bloquearon una sorda entre dos encinas bajas, rodeadas de maleza, al borde de la pista por la que descendíamos.
Nos apuraba el reloj, no teníamos tiempo, pero tampoco era plan de despreciar el trabajo de los perros, por lo que mi tio buscó una posición cómoda para tratar de resolver el lance con éxito y yo hice lo propio.
Pintaba bien además, porque la becada solo tenía dos posibles salidas y entre los dos, cubríamos ambas opciones.
Salvo que fallásemos el tiro…
Casi 1 hora con los perros en muestra…
Bueno pues… Taly en muestra, Zar a patrón y nosotros allí quietecitos, mudos, mirando una y otra vez el reloj y esperando acontecimientos.
Pasaron 10 minutos, 20, 30… No, no es broma.
Los perros seguían estáticos y nosotros empezamos a buscar piedras o cualquier otro elemento arrojadizo para intentar provocar el vuelo del pájaro, pero no había nada a mano.
40 minutos, 50… Para entonces ya le había tirado las dos mandarinas que me quedaban en el chaleco, algún palo y mi tio una de sus botas… Nada.
No había nada arrojadizo alrededor, por lo que le tiramos mandarinas y hasta un bota
Poco antes de cumplirse un hora, totalmente desesperados porque llegábamos tardísimo y por la tensión acumulada, mi tio decidió buscar la manera de entrar.
No se había movido 5 metros, lo justo para abandonar su posición de ventaja, se apoya como puede en una de las encinas para no caerse, pues el terreno estaba muy complicado y en ese momento aprovecha la sorda para salir como un avión por el otro lado del árbol…
Eran las 12 en punto cuando los perros iniciaron el lance. Y faltaban 2 ó 3 minutos para la 1 del mediodía cuando se terminó.
Seguro que no te resulta extraño si te digo que, al compartirlo con varios amigos, las caras de incredulidad eran manifiestas.
Lógico por otra parte, pues es una de las anécdotas más surrealistas que me han ocurrido cazando la becada.
Otra anécdota cazando la becada
Un par de temporadas después, nuevamente en compañía mi tio, teníamos localizada una sorda que llevaba varios días refugiada en un mazo de encinas.
La habíamos volado 4 ó 5 veces, pero nunca llegamos a tener opción clara de disparo.
Era una zona muy favorable para ella con cuatro posibles escapatorias, tres de gran cobertura entre más encinas y otra hacia el prado, totalmente en limpio.
Obviamente, nunca elegía la más cómoda para nosotros, que era la zona limpia.
Pues coincidió uno de esos días en que bajas cansado después de muchas horas en el monte, estás a punto de cerrar la jornada y con pocas ganas de volver a apartar pinchos para colocarnos donde deberíamos, asi que la esperamos en mitad del prado, sin expectativas, pero tranquilos.
Si quieres obligar a una becada a volar sobre una zona limpia, solo tienes que dejarte la piel metiéndote entre las encinas.
Pero el beeper de los perros seguía dale que te dale entonando su melodía, invitándonos a probar suerte, hasta que lo consiguió.
Despacito y con total sigilo ocupamos las mejores ubicaciones que teníamos a nuestro alcance y esperamos.
Supongo que ya imaginas por donde salió la sorda en esa ocasión… ¡Por mitad del prado!.
Y pensarás… Os escuchó entrar y por eso…
Pues si nos escuchó esa vez, también lo hizo en los días previos y nunca se inclinó por la zona limpia para escapar.
Lo lógico además, es que una becada siempre busque la escapatoria que más garantías de vida le ofrece, pero…
¿De qué nos sirvió nuestra experiencia y las muchas horas de monte tras ella?
La última batallita cazando la becada
Una mañana subía en el coche con mi tio a cazar y en el corto trayecto que separa su casa del coto, me iba contando las peripecias del fin de semana anterior cazando con un amigo.
Y entre otras cosas, me explicaba incrédulo…
“Nada más llegar Álvaro, aparcamos en El Cierro del Cura, nos tomamos nuestro tiempo para vestirnos, suelto a los perros, cierro el coche, echamos a andar por la carretera para alcanzar la entrada al monte y no habíamos dado 5 pasos, cuando nos sale una sorda del borde del camino, pasa por encima del coche y se va… Me quedé en estado de shock”
Casualmente, nosotros íbamos a dejar el coche en el mismo lugar y le dije entre risas: ¿Voy cargando la escopeta?… Él obviamente se reía.
Bien, pues llegamos, aparcamos en El Cierro del Cura, nos tomamos nuestro tiempo para vestirnos, soltamos a los perros, cerramos el coche, echamos a andar por la carretera para alcanzar la entrada al monte y no habíamos dado 5 pasos, cuando nos sale del borde del camino la que supongo que era la misma sorda, vuela por encima del coche y se pierde a la vista…
¿Quién iba a pensar, por más experiencia que tenga cazando la becada, que una semana después nos íbamos a encontrar el mismo pájaro en el mismo sitio y en la misma situación?.
Ojo, es importante matizar que no se trataba de una zona querenciosa, ni mucho menos.
Al contrario, la becada estaba en la mismísima orilla de la pista, prácticamente en limpio y totalmente desprotegida…
Con la becada, cuanto más creo saber, menos entiendo…
Después de 10 años, esa enigmática Dama me sigue desconcertando.
Una década, que se dice pronto, tratando de entender el comportamiento de este ave.
Y cuando más creo saber de ella, mayores son mis sorpresas.
El otro día, en un foro cualquiera, decía un cazador que se necesitaban 30 años de experiencia para hablar con cierta autoridad de esta modalidad de caza, y no lo pongo en duda.
En cualquier caso, esta es la verdadera esencia de la becada y lo que termina por enganchar a todo aquel que acude al monte en su busca.
Enigmática y sorprendente, la respuesta es no.
No son suficientes 2500 horas para considerarte un maestro en su caza.
¡Un abrazo y al monte!
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Amante de la caza y la naturaleza, enamorado del setter inglés y sordero empedernido. Entre encinas, robles y hayas disfruto de cada instante que me ofrece el monte, alejándome cada vez más del lamentable postureo cinegético.