Hoy tenía ganas de escribir un artículo sobre el compañerismo entre cazadores, pues a lo largo de este año de experiencia con el blog, he forjado alguna que otra relación de amistad y sobre todo, me he topado con un buen puñado de gente dispuesta a echarme una mano.
El caso es que antes de ponerme a tirar líneas sin ton ni son, me he dicho…
Vamos a ver primero qué hay por el amplio mundo de internet sobre el compañerismo entre cazadores, no sea que la temática ya esté muy trillada…
Y entre otros resultados, haciendo click aquí y allá, voy y me encuentro con una carta de un cazador, publicada en el diario El Mundo hace unos años, que se titulaba: “Soy cazador y me considero, además, buena persona”.
Vaya, pensé… ¡Solo faltaba que tuviésemos que aclararlo!
Pero si, si… Por lo visto es necesario…
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Claro que los cazadores somos buenas personas…
Pues me resulta curioso, por no decir lamentable, que en pleno Siglo XXI alguien tenga que salir al paso para explicar que los cazadores, además de cazar, somos buenas personas, amantes esposos y esposas, buenos padres, fieles amigos, honrados trabajadores, católicos, apostólicos y la madre que lo parió… (Esto último, el que lo sea, claro).
Pero teniendo en cuenta que lo más bonito que nos dedican últimamente es un “asesino” o un “psicópata maltratador”, pues cierto es que probablemente, no tuvieran pensado incluirnos entre los candidatos al Premio Nobel.
Y todo por mantener opiniones contrapuestas sobre una actividad que, de paso, representa muchos de los mejores valores del ser humano, esos mismos que agonizan en la moderna sociedad de hoy y que con frecuencia echo en falta cuando veo los comportamientos de la gente en la calle.
Entre ellos, el compañerismo entre cazadores que tenía previsto resaltar en este post.
Además de ser buenos, lo demostramos
Pues ya que toca aclararlo, me esforzaré en hacerlo, porque claro que somos buenas personas y tenemos muchos ejemplos para demostrarlo.
De otro modo no saldríamos al monte a gastarnos el dinero, que a veces no tenemos, en poner bebederos y comederos para que se alimenten las especies cinegéticas y no cinegéticas.
Si no fuéramos buenas personas, no arriesgaríamos la salud y alguna que otra costilla, para sacar animales de barrancos o liberarles de las ataduras que en ocasiones los tienen maniatados.
Tampoco acudiríamos desinteresadamente a colaborar en la extinción de incendios forestales (Cuando hace 5 años ardió mi coto, allí había bomberos y muchos cazadores arrimando el hombro, pero no vi ningún representante de las asociaciones animalistas).
Ni nos esforzaríamos en limpiar y recoger basura del campo para depurar un entorno natural que consideramos nuestra casa.
De hecho, pocos viven con la misma intensidad que nosotros la relación con nuestros perros y esa afinidad hacia ellos razona nuestros buenos sentimientos.
Pero es que, si en verdad no fuéramos buenas personas, ya hacía tiempo que hubiésemos tirado “por la calle del medio” para acabar con tantos ataques e insultos de animalistas que, sin embargo, seguimos aguantando estoicamente.
Y si no lo somos, desde luego, poco tiene que ver con que cacemos o dejemos de cazar.
El compañerismo entre cazadores
Y ahora si, te voy a hablar del compañerismo entre cazadores, porque de paso, también es una rama derivada de la bondad.
¿En cuántos colectivos encuentras perfiles que, sin conocerte de nada, estén plenamente dispuestos a echarte una mano?
¿Cuántas personas conoces que se paren a echar una parlada contigo cuando te cruzas con ellos, en lugar de saltarte por encima como hacen los transeúntes de las grandes urbes?.
Seamos claros, el cazador es de un pasta especial que muy menudo empatiza con los problemas de otras personas y es capaz, por ejemplo, de tener grandes detalles como regalar un perro a otro compañero que está afectado por la pérdida del suyo, sin pedir nada a cambio.
El cinegético es un sector como muy pocos, que abre sus puertas de par en par a todo el que quiere conocerlo.
Y en él encuentras gentes con una mentalidad mucho más abierta de lo que pueda parecer, muy poco sectarios y aún menos cerrados.
El mejor ejemplo es lo realmente sencillo que resulta entablar conversaciones e incluso hacer amigos.
Difundimos nuestra cultura desde el respeto a la naturaleza
Quizás nos cuesta un poco más compartir esos rincones querenciosos que nos ha llevado años descubrir… 😉
Pero si somos expertos en difundir nuestra pasión por los animales y por el entorno que nos rodea.
Tenemos un gran conocimiento, adquirido a base de experiencias y horas de monte, que nos esforzamos en compartir con todo aquel que muestra interés por aprender.
Enseñamos a nuestros hijos, desde bien pequeños, los secretos que esconde el campo y la fauna que lo habita.
Y les educamos en valores, desde el más profundo respeto, porque de ese modo nos relacionamos con la naturaleza.
Convencidos además de que después serán ellos quienes hagan lo propio y transmitan ese conocimiento a su progenie.
Conclusiones
Lo verdaderamente retrógrado es clasificar al resto de buenos o malos por manifestar una forma diferente de entender la vida.
Y peor aún es hacerlo cuando criminalizas un sector que desconoces y al que únicamente te has molestado en prejuzgar.
Por suerte tenemos muchos ejemplos que hablan bien de nuestro carácter.
Ahora habrá que investigar cuáles son los que les representan a ellos, porque del dicho al hecho…
¡Hay un trecho!
¡Un abrazo y al monte!
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Amante de la caza y la naturaleza, enamorado del setter inglés y sordero empedernido. Entre encinas, robles y hayas disfruto de cada instante que me ofrece el monte, alejándome cada vez más del lamentable postureo cinegético.