Charlando hace pocos días con un seguidor del blog, me pedía algunos consejos para cazar la becada, pues este año se va a iniciar tras la Dama en los robledales de Castilla.
Casi me puso en un aprieto, pues la sorda es una ave tan enigmática, que nunca terminas de aprender lo suficiente sobre ella y ante preguntas de tal calibre, se hace difícil elegir por dónde empezar a responder.
Aún así, le animé a que disfrutase de su caza, a que aprendiese a respetarla y le ofrecí unos pocos y humildes consejos para cazar la becada, de los cuales, uno de ellos, voy a compartir contigo hoy aquí.
Ya me contarás si has vivido ejemplos similares…
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Consejos para cazar la becada
La becada es un pájaro brillante, eminentemente salvaje y con un toque mágico, solo comprensible por quien ha invertido muchas horas en perseguirla y medirse con ella.
Pero también hay quien opina que, en contraprestación con su incuestionable capacidad de supervivencia, es excesivamente vulnerable al plomo de nuestros cartuchos, que con uno solo que alcance su carne, cae en picado y que si una vez disparada, la ves alejarse, tienes la garantía de que no la has tocado.
Al menos, esto es lo que yo siempre escuché de los más veteranos cuando me inicié en la caza de la sorda.
Una afirmación que tuve en cuenta durante varios años.
Hasta que mi propia experiencia me dictó justamente lo contrario.
Si crees que la has tirado bien, no lo dudes, búscala
Como siempre, como en todo, la propia experiencia es la que concede veracidad a todos esos consejos para cazar la becada que recibimos cuando empezamos.
En mí caso, no tardé en darme cuenta de que, en este caso particular, se trataba de un mensaje erróneo.
Pues vaya si es capaz de resistir el plomeo y de qué manera…
¿Sabes esas veces que bota la sorda, la encaras, la sigues, la disparas y tienes el absoluto convencimiento de que la has cubierto perfectamente y no terminas de entender por qué narices no ha caído seca?.
Pues te garantizo que, cuando tienes esa sensación, en un porcentaje alto la becada va muerta, aunque todavía no se haya dado cuenta y con la adrenalina del vuelo pueda seguir su curso varios cientos de metros.
De modo que, no la des por perdida e invierte el tiempo necesario en ir a buscarla.
Probablemente la encuentres y te lleves un subidón.
Para muestra un botón y tengo varios…
Sin ir más lejos, aunque ya te lo conté en un post el año pasado, mientras atravesaba una zona de sierra, intercalada de pequeñas y jóvenes encinas, los setters se quedaron en muestra, orientando sus vientos hacia el pie de una de ellas.
Era un entorno sin obstáculos, libre de maleza, algo inusual en mi cazadero, por lo que pude colocarme donde quise y esperar pacientemente lo que se venía.
Cuando la sorda botó, lo hizo además en dirección a un espacio liberado de árboles, por lo tuve el tiempo y la calma de seguirla, apuntarla, dispararla y quedarme con cara de bobo al ver que no cedía en su empeño de escapar.
Me llevó un par de minutos despejar mi asombro y entender cómo era posible que aquella becada se me fuese viva.
Estaba convencido de que la había incrustado hasta el último plomo del cartucho, pero ya no tenía remedio, por lo que seguí mi camino.
Más tarde, volviendo hacia el coche, tuve que atravesar una finca ganadera que se ubica al pie de la sierra en la que volé la becada.
Y casi cuando llegaba al final, junto al vallado de piedra y debajo de un amasijo impenetrable de zarzas, Zar y Darko se volvieron a quedar en muestra, para unos segundos después, volverse locos intentado encontrar un agujero hábil por el que colarse.
Sin exagerar, habría más de 300 metros desde lo alto de la sierra, donde tuvo lugar el disparo, hasta el punto en que mis perros la cobraron muerta….
Y en ningún momento el pájaro mostró la más mínima queja que me invitase a pensar que lo había alcanzado…
Otro botón de muestra…
Unos años antes, en esta ocasión, en compañía de mi tio, entramos con los perros en una zona de avellanos, que con frecuencia, suele servir de refugio para la sorda.
Por suerte no tardaron mucho en encontrar y bloquear una de ellas, que tampoco se ofreció a darnos cuartel y levantó el vuelo a los pocos segundos de ser detectada, pero para entonces, nosotros ya estábamos perfectamente atentos y colocados.
Disparamos los dos, él con su Breda y yo con mi AYA, ambos en el convencimiento de haber hecho diana, pero cuando la vimos escabullirse entre los últimos avellanos, solo pudimos quedarnos atónitos, mirándonos el uno al otro, con una mueca inequívoca de incredulidad.
Instantes después echamos a andar siguiendo la misma dirección por la que se había perdido, atravesamos los avellanos hasta salir de ellos, subimos un pequeño remonte que desemboca en un par de pinos aislados y nos paramos en el alto a intercambiar opiniones sobre su posible ubicación tras el lance.
Y en esto que estábamos hablando, justo a punto de reiniciar la marcha, cuando a mi tio le dio por mirar hacia abajo…
Y allí estaba la sorda, más seca que la mojama, tumbada a nuestros pies, pero a más de 200 metros de donde la habíamos disparado.
Botones y más botones…
Algunas temporadas después, muy cerquita del escenario anterior e igualmente acompañado por mi tio, volvimos a vivir una situación casi idéntica.
Según bajábamos el sendero que discurre por uno de los extremos de los avellanos, una de las perras de mi tio captó una emanación y se quedó bloqueada.
Tal y como se quedó en muestra, se levantó la sorda, pero nos encontrábamos muy cerca y mi tio acertó a percutir el gatillo de su semiautomática.
Como en los casos anteriores, fue de estas veces que se quedó mirando pensativo hacia la dirección de huida del ave, pues tenía la sensación de haberla tirado bien.
En cualquier caso y sin darle más vueltas, nos adentramos entre los avellanos para ir en su busca, imaginando que la volveríamos a ver justo en el vértice opuesto del que estábamos en ese momento.
Y así fue, en lo alto de una pequeña hoyada, Zar que quedó en muestra con Taly, la perra de mi tio, respetándole a patrón.
Pasaban los minutos sin movimiento aparente, hasta que rastreando el suelo con la mirada, me pareció verla tumbada.
Y efectivamente, allí estaba, igual de «seca» que la anterior, pero también a medio kilómetro de donde la movimos por primera vez.
La fortuna de encontrarla, como en los dos casos anteriores y alguno más que te puedo relatar, es lo que da valor a estos consejos para cazar la becada.
La sorda es más fuerte de lo que cuentan
Cualquiera de estos ejemplos te pueden ofrecer una idea de la fortaleza de este ave.
Por eso te animo a que sigas mis consejos para cazar la becada, pues seguramente, te llevarás más de una sorpresa agradable.
Y sobre todo, no dejarás caza en el campo, que también es importante.
¡Un saludo y al monte!
Seguro que tienes mucho que aportar y estamos deseando escucharlo, así que te animo a que dejes un comentario en el formulario con tu opinión.
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Amante de la caza y la naturaleza, enamorado del setter inglés y sordero empedernido. Entre encinas, robles y hayas disfruto de cada instante que me ofrece el monte, alejándome cada vez más del lamentable postureo cinegético.