Eran las seis de la mañana cuando me sobresaltó el terrorífico sonido que emite el despertador, pero esta vez no me costó levantarme.
Me duché, me vestí, solté a los perros y mientras desayunaba una buena taza de café recién molido y dos generosas rodajas de pan de hogaza con aceite de oliva (herencias de mis muchos viajes al sur) pensaba en lo jodido que hay que estar de la cabeza para despertase un domingo a esas horas para salir con los canes, en lugar de aprovechar el fin de semana para descansar, como hace casi todo el mundo.
Pero nosotros, los cazadores, somos así…
Cuando unos duermen, otros disfrutamos.
En esta ocasión ni siquiera me dirigía al cazadero.
Es cierto que podía haber aprovechado este último día de perreo a la sorda, pero ante la escasez de pájaros, preferí cambiar de destino y dar una vuelta por la playa con veteranos y cachorros.
Aún era de noche cuando llegué a Portio, una playa de pequeñas dimensiones, pero de gran belleza natural, enclavada entre profundos acantilados.
No acompañó el sol, pero si un bonito amanecer que observé desde lo alto de una roca, con la satisfacción de quien únicamente busca ser parte de la naturaleza, aunque solo sea un instante.
Beneficios de madrugar, supongo…
Libertad compartida
Tan solo estuvimos un par de horas, pero fue un verdadero placer compartir con los perros ese sentimiento de libertad.
Viéndolos debatir las olas, correr por la arena, jugar entre ellos e investigar cada uno de los nuevos olores que desprendía un entorno desconocido para la mayoría de ellos.
No sé quién se lo pasó mejor, si ellos o yo.
Pero sin duda mereció la pena ese pronto despertar, pues como reza el título del post: Cuando unos duermen, otros disfrutamos.
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¡Un saludo y al monte!

Amante de la caza y la naturaleza, enamorado del setter inglés y sordero empedernido. Entre encinas, robles y hayas disfruto de cada instante que me ofrece el monte, alejándome cada vez más del lamentable postureo cinegético.