Estos días atrás observaba en modo espectador un cruce de críticas y acusaciones entre dos compañeros.
No viene al caso entrar al detalle, ni citar a los protagonistas, pero si me quedé con una frase en la que uno le cuestionaba al otro lo que hacía por defender la caza.
Y me hizo pensar… ¿Acaso es necesario ser «alguien importante» o desempeñar grandes hazañas para poder considerarnos defensores de la caza?.
Pues no, para nada, es mucho más simple que todo eso.
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Defender y dignificar la caza es labor de todos
En la caza, como en casi todas las facetas de la vida, prevalece con excesiva frecuencia el ego personal y éste es el que a menudo nos lleva a desmerecer lo que hacen unos, para intentar poner en valor eso otro que proponemos nosotros.
Nos mantenemos tan enfrascados en nuestra verdad que somos incapaces de abrir los ojos y valorar que siempre habrá alguien más inteligente y sabio que pueda mejorar nuestro argumento.
Y luego, por supuesto, hay una buena carga de envidia, normalmente motivada porque los resultados de aquel (Y no estoy hablando de perchas) son mejores que los míos, pero en lugar de darle una vuelta a la metodología que utilizamos, es más descansado cargar tintas y buscar la forma de «destronar» a quien está obteniendo esos réditos que ambicionamos.
No busquemos «cabezas de turco» cuando nos vengan mal dadas, pues los principales culpables, casi siempre, somos nosotros mismos.
Y para ello utilizamos recursos de escaso calado, populistas tal vez y nos dedicamos a hablar de caza de ricos y caza de pobres, de guapos y feos, expertos e inexpertos…
Como si el mero hecho de pertenecer a un grupo u otro nos convirtiese en mejores cazadores o nos regalase el titulo y la licencia para defender la caza.
Cuando en realidad, no es necesario «ser nadie», ni hacer nada especial, ni practicar una modalidad u otra, ni vestir así o asá, para defender y mirar por nuestra actividad.
Todos estamos legitimados para hacerlo.
Es más, diría incluso que es nuestra obligación y la ejecutamos haciendo cosas tan sencillas como salir a cazar.
Salir al campo es el primer paso para defender la caza
Supongo que se cae por su propio peso, pero todo aquel que sale al monte con cierta frecuencia ya está ejerciendo su defensa particular de la caza y de hecho, no hay mejor manera de hacerlo.
Y eso lo hacemos todos, cazadores de un lado y de otro, cacemos conejos, becadas, jabalíes o gamos, vistamos con ropa cara o llevemos el vaquero viejo de andar por casa, nos pongamos más o menos coquetos, pertrechados de GPS o con un tradicional campano, vayamos de puristas o de innovadores.
Porque solo faltaba que a estas alturas de la película volvamos a tiempos funestos, hablemos de clases, denostemos las que no “representamos” y nos creamos mejores por el simple hecho de afirmarlo nosotros mismos.
No, la caza la defendemos todos a base de hacer las cosas bien y sobre todo de unión, como he escrito tantas veces.
Y para lograr esa comunión, ya es hora de que apartemos bravuconadas, egos, envidias y opiniones, que normalmente, están basadas en la más profunda ignorancia.
Un comportamiento ejemplar es clave para defender la caza
Otro aspecto tan sencillo, como esencial, que contribuirá enormemente a defender nuestra actividad, es ofrecer un comportamiento ejemplar en todos los escenarios posibles.
Y no es algo que deba suponernos un esfuerzo añadido, pues tan solo se trata de seguir aquellas directrices que responden de la cultura cinegética más tradicional.
Tanto en el monte, como en las RR.SS, debemos evitar guerras innecesarias y conflictos que dañen nuestra imagen, compartiendo aquellas experiencias muestren la cara real de una jornada venatoria.
Ni más, ni menos, que esas tendencias que muchos nos empecinamos en repetir hasta la saciedad y que hablan de respeto a la pieza abatida, de poner cariño en las imágenes que publicamos y de ofrecer más relevancia a contar la jornada en sí misma, que a la percha.
Pues de ese modo seremos capaces de transmitir lo que verdaderamente es la caza.
Para defender la caza basta con aportar nuestro pequeño granito de arena
Tendemos a pensar que la responsabilidad de defender la caza es de otros.
Que esos compañeros que ocupan puestos en distintas organizaciones cinegéticas son quienes deben liderar el camino.
Y probablemente así es, pero tú y yo, como simples y humildes cazadores, tenemos mucho poder si somos capaces de secundar y dotar de profundidad a cada iniciativa que se desarrolla en pos de nuestra pasión.
Sin embargo, me causa tristeza ver como una foto de un rifle obtiene cientos de likes en redes sociales, pero determinadas causas en favor del bien común pasan desapercibidas y apenas logran interacción por nuestra parte.
Porque es ahí donde debemos implicarnos, avalando el mensaje y dotándolo de energía para que llegue lo más lejos posible.
Lo que no me valen son esas actitudes impasibles, que después se convierten en agónicas quejas cuando pintan bastos…
No busquemos «cabezas de turco» cuando los verdaderos culpables somos nosotros mismos.
Somos nuestro peor enemigo
Esta frase es muy manida dentro del colectivo cazador, pero con frecuencia hacemos un mal uso de ella, porque solemos utilizarla contra aquel que nos critica una mala práctica o censura una de nuestras publicaciones, sin embargo, no es ahí donde debemos aplicarla.
Como ya me has escuchado tantas veces, creo firmemente que el futuro de la caza pasa por depurar según que cosas y señalarlas no responde a un mal compañerismo, si no a la necesidad de erradicarlas.
Cuando realmente debemos aplicarla es en el momento en que percibimos pasividad, egolatría, envidia o ignorancia.
Y en este punto retorno al principio del post y me reafirmo:
Ni tú, ni yo, somos mejores cazadores por hacer las cosas de un modo distinto.
No queramos ser más «papistas que el papa», aprendamos a respetar los gustos de cada uno y pongamos nuestro esfuerzo al servicio de la caza, pues esto es lo que nos permitirá dotarla de buena salud y seguir disfrutando de ella.
¡Un abrazo y al monte!
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Amante de la caza y la naturaleza, enamorado del setter inglés y sordero empedernido. Entre encinas, robles y hayas disfruto de cada instante que me ofrece el monte, alejándome cada vez más del lamentable postureo cinegético.