Me resulta curiosa la forma de entender la vida de esta nueva hornada de ecologismo y animalismo de salón que presume de sensibilidad, empatía y un alto aprecio por la vida, a tenor de esas reacciones ocultas, que ya ni siquiera se esmeran en esconder, y que poco o nada tienen de empáticas y sensibles.
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Entre empatías, sensibilidades y odios
Si nos prestamos a desgranar el prototipo del nuevo animalista que pretende hacerse fuerte en la sociedad, desde una posición ruidosa en medios sociales, a simple vista se percibe un perfil de auténtico fervor hacia la vida, que suspira de forma ineludible por el bienestar de los «animales no humanos», muy ocioso en el activismo de ponderar sus derechos y con una gran carga empática que redunda en profundos y leales sentimientos hacia ellos.
Aman la tierra y aman a las especies que la ocupan, incluso se han auto-adjudicado representantes virtuales de todas ellas y aluden frecuentemente al karma, como herramienta arrojadiza hacia todo aquel que, bajo su opinión, los daña.
Una descripción de nobleza por los enormes valores que entraña y difícilmente criticable…
Si fuese real, claro…
Porque el “papel lo soporta todo” y es fácil colorearlo a nuestro gusto, pero sus hechos los delatan, muestran sus verdaderas intenciones y ponen de manifiesto, que en la persecución de sus convicciones, han terminado abrazando aquella famosa y teórica frase de Nicolás Maquiavelo, que reza: «El fin justifica los medios».
Ecologismo y animalismo de salón
Unos “medios” de dudosa pulcritud, que empañan esa jugosa descripción de la que tanto presumen y que más bien transmiten su voracidad por hundir al otro.
Con la alegría que produce siempre clavar clavos en ataúd ajeno.
A ese que no les comprende, a ese que no defiende su ideario, a quien altera los principios de la nueva Ley que tratan de imponer, a quien mastica un pensamiento crítico, si, pero distinto del suyo y por lo tanto no comulga con sus «honorables fines».
Unos fines poco acicalados, tan solo presentables en la creencia de acuñar grandes valores, valores que de ser ciertos, raramente justificarían los tiñosos medios que utilizan para alcanzarlos.
El fin justifica los medios, piensa el animalismo de salón
El fin justifica los medios piensan, aunque ese fin sea tan poco honroso como las acciones que preceden a su consecución.
Aunque ese fin ponga en riesgo los sentimientos de ese otro al que empujamos al ataúd.
Aunque ese fin separe a dos amigos inseparables.
Quizás porque no entienden la fortaleza de un binomio forjado en cientos de horas compartidas en el monte.
Quizás porque no perciben la realeza de dos seres hermanados purificando sus instintos al unísono.
Seguramente porque en realidad, la descripción de su perfil solo es papel mojado y en poco o nada tiene que ver con sus sentimientos más profundos.
Y ahora, dejemos que las imágenes hablen por si solas…
¿Odio, locura o lucrativos intereses?. ¡Qué se yo!
A tenor de lo expuesto, discúlpame si pongo en duda tal empatía y sensibilidad.
Permíteme que disienta y no me deje engañar por la descripción de ese perfil tan afable que citaba al principio.
Incluso concédeme la posibilidad de pensar que un fin más oscuro y lucrativo es lo que verdaderamente se esconde detrás de la bandera del bienestar animal que con tanta fuerza parecen ondear.
Quizás esté equivocado y solo se trate de locura, similar a las patologías que se encierran tras la verja de un manicomio.
No lo sé, pero a este ecologismo y animalismo de salón, le percibo poco de empatía, poco de sensibilidad y mucho, mucho, de un odio exacerbado y lastimoso que en nada beneficia a nuestros compañeros.
¡Un abrazo y al monte!
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Amante de la caza y la naturaleza, enamorado del setter inglés y sordero empedernido. Entre encinas, robles y hayas disfruto de cada instante que me ofrece el monte, alejándome cada vez más del lamentable postureo cinegético.