Ha habido ocasiones en las que a mí y a otros muchos como yo, que predicamos en favor de determinadas actitudes en el monte, nos han tachado de «buenistas» y calificativos similares, cuando en realidad se trata de una postura más relacionada con la propia evolución del cazador.
Porque todos hemos cometido errores en algún momento, pero la inteligencia y el sentido común es el que nos ha permitido reflexionar y comprender que la caza es otra cosa.
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La evolución del cazador, permite que nuestra afición prospere
Me has escuchado decir muchas veces que hoy día soy un cazador muy diferente de aquel muchacho que empezó a perseguir becadas acompañado de un setter y una AYA.
El tiempo pasa para todos y por suerte, en ese período he tenido la oportunidad de vivir múltiples experiencias que me han hecho pensar, reflexionar y entender, ya no lo que está bien o mal, sino lo que me produce satisfacción y lo que no.
Es la evolución del cazador que comentaba anteriormente.
No sé si como todo el mundo, pero desde luego, si como tantos otros, yo también le he tirado a una becada que me botaba de los pies o a esa otra que se salía sola, sin dejar que los perros llegasen a mostrarla.
Que he roto platos, vaya… Ni he sido, ni estoy cerca de ser perfecto.
Pero precisamente por haberlos roto, he aprendido a diferenciar lo que me gusta de lo que no, el cobro que me produce un regustillo victorioso y el que no me termina de llenar.
El “cómo”, antes que el “cuánto”
Con el paso de los años he descubierto que la percha no me es tan importante como la forma en que la he logrado.
O lo que es lo mismo, a priorizar en el «cómo las he cazado», por encima del «cuántas he cazado».
Porque llego muchísimo más contento a casa con una becada bajo el brazo que los perros han sabido hallar, mostrar y resolver con acierto, que con tres matadas de cualquier forma y sin ética alguna.
Incluso ese lance bien trabajado me da la opción de contar mejores historias y batallitas, en lugar de tener que inventármelas para quedar bien con los amiguetes.
Todo son ventajas…
Cuando conoces a tu presa, aprendes a respetarla
En gran medida, formarme y adquirir conocimientos sobre aquellas especies que cazo, me ha revelado un gran respeto hacia ellas.
Por ejemplo, cuando te paras a pensar que esa codorniz hacia la que estás a punto disparar, ha sido capaz de migrar muchos kilómetros, sobrevivir a infinidad de depredadores e incluso adaptarse a un maltrecho hábitat y dejar descendencia, el respeto que adquieres por ella se torna mágico y precisamente por ello, terminas levantando la escopeta si es que el lance no ha respondido a lo que entiendes como noble y justo.
Porque quizás, hace años, cuando había una imperativa necesidad de llevar carne a la mesa para comer, esa ética bien podía quedar relegada a un segundo o tercer plano.
Pero hoy, que vivimos en un contexto diametralmente opuesto, creo que debe prevalecer por encima de cualquier inquietud por apretar el gatillo.
No es “buenismo”, es inteligencia y sentido común
Por eso hoy disfruto más, viendo tres perros a patrón, que percutiendo el gatillo, perdiendo una becada en la tercera rebusca, que matándola a la primera enzarzada entre las ramas, sacrificando lances por enseñar a un cachorro, que dejándolo en casa para garantizarme un morral lleno.
Y no es «buenismo», ni calificativos absurdos de ese tipo, es caza, o al menos, lo que yo entiendo por caza.
Porque no he perdido ni un ápice del instinto con el que nací y aunque la caza me parece una gran herramienta para la gestión de poblaciones, mis razones para salir al monte difieren de ese fin, son mucho más primitivas y poco tienen que ver con el control de machos o hembras.
Simplemente he logrado evolucionar, me he vuelto más selectivo, reconozco lo que me produce satisfacción y no siento una necesidad tan acuciada de verme rodeado de pólvora.
Esa evolución del cazador garantiza el futuro cinegético
Y como yo, hay otros muchos más. Muchísimos por suerte.
Cazadores que son capaces de evolucionar y adaptarse a la realidad que hoy nos muestra el campo. Cazadores que entienden que la sostenibilidad y el futuro de la caza pasa modificar determinados hábitos. Compañeros que se han dado cuenta de que el equilibrio de las especies está muy por encima de sus propias necesidades.
Y sobre todo, personas que censuran con dureza el furtivismo y a quien vive en el lado oscuro de la venatoria, porque se regocijan en una perspectiva mucho más amplia y responsable de la caza.
En general, actitudes prósperas que juegan a nuestro favor para seguir disfrutando de una cinegética longeva y con futuro.
Porque pienso que venciendo el reto, la exigencia y la complejidad, se multiplica la satisfacción de cualquier cazador y con ella, nuestra afición y los deseos de salir al monte.
Y porque tengo la convicción de que la sociedad que nos rodea y que a menudo nos criminaliza, también racionalizará mejor este modelo que cualquier otro.
¡Un abrazo y al monte!
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Amante de la caza y la naturaleza, enamorado del setter inglés y sordero empedernido. Entre encinas, robles y hayas disfruto de cada instante que me ofrece el monte, alejándome cada vez más del lamentable postureo cinegético.