En la caza grande y en la chica, en puesto fijo o detrás de nuestros perros, veteranos y noveles, todos nos confundimos con mayor o menor frecuencia, todos erramos de vez en cuando y casi todos respondemos de la misma forma después de fallar el disparo.
¡Lanzando algún improperio a los cuatro vientos!
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Fallar también es de cazadores…
Ninguno estamos libres de fallar el disparo cuando se levanta esa escurridiza becada entre las encinas o en el momento en que ese bravo jabalí cruza nuestra postura.
Todos erramos de vez en cuando, unos con más frecuencia que otros, pero ninguno gozamos de la clarividencia que nos permita resolver cada lance con éxito.
Sin embargo, al fallar el disparo, la reacción posterior si suele ser común en unos y en otros: «Un grito endemoniado a los cuatro vientos acompañado de algún que otro improperio».
¿Te suena familiar?
Pura rabia, porque a nadie le gusta dejar escapar esa oportunidad que se nos ha brindado y que tanto esfuerzo nos ha exigido.
Pero el error es un factor más de la caza, en ocasiones por falta de suerte, por la extrema complejidad del tiro o por pequeños detalles a los que no atendemos, pero igualmente, de esa forma debemos asumirlo y si buscamos el lado positivo, incluso nos da la opción de ir a la rebusca de la pieza que se nos ha escapado.
Y ni siquiera es lo más importante, pues la satisfacción en la caza va mucho más allá de la percha que logremos.
Errores habituales en el disparo: Falta de práctica
El otro día, charlando con un compañero, me decía que después de todo el año sin pegar un tiro, lo normal es que el primer lance que se le presentase lo fallase.
Y no le faltaba razón, porque disparar requiere talento, sin duda y hay quien lo tiene innato, pero sobre todo práctica.
La práctica es la que favorece la puntería y cuando tan solo hemos encarado la escopeta unas pocas veces a lo largo de la temporada, se hace difícil alinearse con ella.
Incluso los típicos nervios que pueden aflorar en el transcurso de un lance y a la hora de percutir el gatillo, se vuelven menos palpables cuando hemos logrado mecanizar la acción y asumirla con total naturalidad de tanto repetirla.
En otras, fallar el disparo viene derivado de errores propios
La semana pasada volví al corzo.
No llevaba mucho tiempo colocado en mi puesto cuando logré ver una corza saliendo desde el hayedo de mi izquierda y cruzando la braña, con bastante prudencia, en dirección a un mazo de encinas.
Como pasé inadvertido para ella, aproveché ese pequeño espacio de tiempo extra para agacharme, apoyar el rifle en la rodilla, respirar, soltar tensión, tirar y abatirla a unos 90 ó 100 metros.
Poco después cambiamos de lote y en esta ocasión me tocó un tiradero muy cerrado, con mucha menos visibilidad y para un disparo prácticamente a tenazón.
Aunque lo pensé nada más colocarme, me distraje con otra cosa y no quité la mira telescópica del rifle.
Unos 20 minutos después vi una zorra acercándose entre la maleza.
Después de unos instantes de duda, tuve suerte y eligió el paso que la llevaría directamente a mí y cuando se descubrió en mitad del sendero, a poco más de 10 metros de distancia, la centré en el punto de mira y percutí el gatillo.
Me parecía un disparo tan sencillo que nada más errarlo se asoló una mueca de sorpresa, hasta que caí en que la mira, graduada para el tiradero anterior y totalmente prescindible en esta nueva ubicación, me había jugado una mala pasada en un espacio tan corto.
La reacción ya te la imaginas, pero es un gran ejemplo de cómo errores tan absurdos influyen en ese componente de fallo que nos acompaña siempre en la caza.
A 100 metros le acierto a una corza en movimiento y una zorra a la que casi le podía haber atizado con la culata del rifle… Pues eso.
Otro de los errores habituales en el tiro es la aceleración
Disparamos demasiado rápido, es un hecho y es lo que motiva muchos errores.
Lo veo en la becada, en la perdiz, pero sobre todo en la codorniz, por poner un ejemplo más claro.
Una especie que nos ofrece un disparo sencillo una vez hemos logrado levantarla y que sin embargo, con excesiva frecuencia, nos obliga a una segunda y tercera percusión.
Y esto viene motivado por las prisas, cuando en la mayoría de ocasiones deberíamos dejarla volar, apuntar con cierta calma y soltar el primer cartucho cuando normalmente estaríamos apretando el gatillo por tercera vez.
Fallar el disparo no está bien visto
El caso es que fallar el disparo conlleva una connotación negativa, no está bien visto.
Parece que cuando erramos somos peores cazadores y eso se refleja en las publicaciones que colgamos en las RR.SS.
¿Cuántos posts has encontrado en los que mostremos nuestros errores?.
Pocos, muy pocos o ninguno…
Lo más habitual es: «Una mañana espectacular, gran trabajo de los perros y dos perdices muy sufridas para casa».
Y cuando subimos un vídeo de la jornada de becadas o codornices, más de lo mismo…
O solo compartimos aquellos lances certeros o bien editamos la publicación para eliminar los fallos que no queremos que nos vean.
Y me resulta ridículo, pues ninguno somos infalibles aunque pretendamos hacer ver lo contrario, por lo que deberíamos aprender a asumir el error como un factor más en cualquiera de nuestras jornadas cinegéticas.
Y ten en cuenta además que, quien más te vacila o te cuestiona, tiende a ser el que menos acierta…
Todos tenemos rachas mejores y peores
Hay más elementos que juegan en nuestro favor o en nuestra contra, como el agarre del arma, la elección de la munición, el swing, cerrar los ojos al disparar, no adelantar lo suficiente el disparo…
Incluso atravesamos rachas a lo largo de la temporada en que nos encontramos con más o menos confianza y esto también tiene su impacto.
Pero aún haciéndolo todo bien, nunca nos abandonará esa posibilidad de error, pues tal y como se titula este post, fallar también es de cazadores.
¡Un abrazo y al monte!
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Amante de la caza y la naturaleza, enamorado del setter inglés y sordero empedernido. Entre encinas, robles y hayas disfruto de cada instante que me ofrece el monte, alejándome cada vez más del lamentable postureo cinegético.