Si te fijas, hay muy pocas actividades, bien sean de ocio, entretenimiento, deportivas o culturales, que después de practicarlas una y otra vez durante años, sean capaces de generarte la misma ilusión que el primer día.
Con frecuencia incluso, terminas desarrollándolas por pura inercia, sin ni siquiera llegar a disfrutar verdaderamente de ellas.
La fuerza de la costumbre, supongo… O quizás es que el ser humano necesita encontrar constantemente nuevas motivaciones.
Sin embargo, la caza tiene “ese no se qué” que te mantiene vivo y que logra emocionarte ante cada nuevo desafío, ante cada nueva jornada, aunque solo hayan pasado unas pocas horas desde la última vez que pisaste el monte.
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Con el cosquilleo y la ilusión por la caza del primer día
A veces escucho que el cazador es de una pasta especial y probablemente, tengan razón.
A fin de cuentas, después de una semana intensa de trabajo, estamos deseando invertir esos dos días de descanso que nos concede el fin de semana, en pegarnos una buena paliza en el monte.
Da lo mismo si llueve o hace sol, con cero grados o con treinta y cinco.
Llega el sábado, madrugamos, cogemos el coche y después de hacer una buena porrada de kilómetros, nos batimos 5 horas entre zarzas y encinas persiguiendo una presa que en muchas ocasiones, ni siquiera se deja ver.
Pero ahí estamos al día siguiente, nuevamente preparados, con la misma ilusión que en la jornada anterior, dispuestos a disfrutar otra vez del entorno y esperando tener un pelín más de suerte que en la jornada anterior.
¿Acaso hay muchas actividades que generen tanta pasión e ilusión como en la caza?
La codorniz y la Media Veda, como ejemplo
Ahora que se acerca el tiempo de la codorniz, que empezamos a girar la vista hacia Castilla y que nuestra mente ya se atreve a visualizar esas largas jornadas en el rastrojo con nuestros perros, es cuando más me doy cuenta de que mi ilusión por la caza se mantiene intacta.
Fíjate que se trata de una especie cinegética en claro declive, que en esta última década y salvo temporadas puntuales, siempre nos ha terminado arrojando un buen porcentaje de frustración, pero de igual forma, como cada año, nos vuelve a tener bien cogidos y totalmente entregados, en la creencia de que la próxima edición será diferente.
Es posible que muchos hayan iniciado la preparación de sus canes, otros ya se habrán dado más de un paseo por diferentes cotos para tratar de elegir el mejor y la mayoría, empiezan a tener a la pequeña africana como foco principal de sus conversaciones.
Hablando del estado de la cosecha, de las primeras entradas de pájaros, de si cantan aquí o allá…
El mejor ejemplo de que la ilusión por la caza se mantiene intacta, es que empezamos a vivir la desveda, muchos meses antes de que se presente la fecha…
El mismo cosquilleo en cada lance
Recuerdo a la perfección mi primer lance, el cobro de mi primera sorda, las primeras muestras de mis setters o mi primera jornada entre el rastrojo de Castilla.
Tengo muchos y muy buenos recuerdos cinegéticos y todos van precedidos de ese mítico cosquilleo que me rondaba el estómago ante cada uno de esos acontecimientos.
Un cosquilleo propio de un novato que estaba a punto de bautizarse en este noble arte que es la caza.
O eso pensaba yo…
Pero el paso de los años, la acumulación de horas de monte y jornadas de caza con mis perros o las muchas experiencias vividas, no han logrado eliminar ese famoso cosquilleo cuando me encuentro un nuevo lance con la becada.
En cada uno de esos instantes de pausa y tensión, mientras aguardamos la arrancada del ave, vuelve percutir ese cosquilleo que me hace sentir aún más partícipe del momento y me declara que mi ilusión por la caza, no solo se mantiene intacta, sino que es aún más vigorosa que en sus primeros días.
La jornada de caza y todo lo que le rodea
Hablaba al principio del post sobre los esfuerzos que hacemos para desarrollar nuestra actividad y como estos quedan en segundo plano, porque lo que realmente nos mueve es la pasión y la ilusión por la caza.
Decía que pocas labores son capaces de mantener intacto ese interés, e incluso generarnos la misma ambición, después de llevar muchos años practicándolas.
Pero es que en realidad, no solo disfrutamos con la jornada en si misma, sino que valoramos en su justa medida todo lo que viene antes y después de la acción cinegética, pues es lo que da sentido a la misma.
Y en esto si que no hay comparación posible con casi ninguna otra actividad.
La dedicación y el esfuerzo diario hacia el cuidado de nuestros perros, la preparación de los bártulos que vamos a necesitar en el día de caza, sin dejar de pensar por dónde vamos a entrar y qué zonas visitaremos primero, los clásicos nervios del día anterior…
Y como no, la preparación de la carne si hemos tenido la suerte de abatir alguna pieza y la tradicional comida con familia o amigos, que realmente da fin a la jornada de caza…
Porque todo eso también es caza y lo vivimos con la misma ilusión, sin perjuicio ni mella por el paso de los años.
¡Un saludo y al monte!
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Amante de la caza y la naturaleza, enamorado del setter inglés y sordero empedernido. Entre encinas, robles y hayas disfruto de cada instante que me ofrece el monte, alejándome cada vez más del lamentable postureo cinegético.