Si nos cogemos aquella famosa tabla con los mandamientos del cazador, el primero de ellos dice: «Lo primero es aprender y al veterano atender».
Desconozco la autoría de estos famosos preceptos, pero tal y como se desprende del orden que dispuso, quien los redactó era plenamente consciente de que, para desarrollar con éxito un oficio, primero debemos descubrir los entresijos del mismo.
Por eso mismo hecho en falta una figura en nuestra venatoria como la del instructor de caza…
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Lo primero es aprender y al veterano atender
Si algo tenemos en común los aficionados a la caza es que en algún momento fuimos simples morraleros, ávidos de enseñanzas, que nos permitieran más tarde desarrollar nuestros instintos cinegéticos.
Claro que en este punto hay diversas fuentes de aprendizaje.
Algunos aprendimos de nuestros padres, abuelos o familiares, acompañándoles al monte desde muy pequeños y absorbiendo sobre el terreno cada retazo de conocimiento que desprendían nuestros mentores.
Otros nos formamos gracias a esos buenos amigos que ya practicaban la caza y que poco a poco lograron hacernos ver los beneficios de tan ancestral actividad.
También los hay que descubrieron su pasión venatoria a medida que iban compartiendo horas de campo con su pareja.
Y por supuesto, hay autodidactas, cazadores hechos a sí mismos, que un día se propusieron alcanzar el nivel de maestría en sus disciplinas y lo consiguieron en soledad, a base de probar, acertar y fracasar una y otra vez.
Pero no todo el mundo empieza de niño, ni tiene alguien cerca dispuesto a regalar conocimiento y para todos ellos, esa figura del instructor de caza, sería más que interesante.
Adiestradores, escuelas de tiro… ¿Por qué no un instructor de caza?
Si te fijas, algunas de las disciplinas que de un modo u otro intervienen en la acción de caza, ya cuentan con profesionales encargados de formarnos en ellas.
Sin ir más lejos, en el mundo del perro, es fácil encontrar adiestradores que nos muestren cómo fortalecer el binomio con nuestro can, además de extraer el máximo rédito de su facultades a través de diversas técnicas y métodos de entrenamiento.
Si hablamos de armas, igualmente hay escuelas de tiro donde podemos afianzar nuestra destreza y puntería con rifles, escopetas o arcos, además de conocer en profundidad sus mecanismos y posibilidades.
Pero… ¿Y todo lo demás?.
Porque cazar implica mucho más que tener una buena pareja de setters adiestrados o ser un maestro con la Beretta.
¿Por qué no un instructor de caza que nos muestre todo ese conocimiento oculto, que a la postre resulta esencial para subir al monte con ciertas garantías de éxito?.
¿Qué aportaría un instructor de caza?
Pongamos un ejemplo práctico que quizás nos sirva para aclarar el valor de esta figura del instructor de caza…
Imagina a Fulanito Pérez, de 31 años, vecino de un pueblo de Cantabria, asiduo pescador, al que le ha terminado por picar el gusanillo de la caza, pero no tiene miembros en su familia, ni en su cuadrilla de amigos, que la practiquen.
¿Puedes imaginarte la retahíla de preguntas que se le sobrevienen sin ni siquiera haber empezado?
¿Qué escopeta compro?. ¿Cómo encuentro un coto y cómo contacto con su gestor?. ¿Cómo me aseguro que no me engañen con el cazadero?. ¿Qué especies puedo cazar y en qué modalidades?. ¿Cómo se comportan esas especies, dónde habitan, cuál es su casuística y querencias?. ¿Qué munición utilizo para cada una de ellas?. ¿Qué licencias, permisos o seguros necesito?.
Claro que hay foros, redes sociales y comunidades online donde muchos de nosotros compartimos información y conocimiento, pero seamos honestos…
Casi siempre ese conocimiento proviene de nuestra propia experiencia, es decir, de lo que nosotros hemos probado y nos ha funcionado bien, pero cada caso es distinto y lo que a nosotros nos puede servir, quizás no valga para el de enfrente.
Y además, son pocos los altruistas vocacionales que se prestan a compartir sus secretos mejor guardados con el primero que pasa.
Instructor de caza, incluso para cazadores veteranos
Pero voy más allá, pues esa figura del instructor de caza incluso podría resultar interesante para muchos de nosotros, como cazadores veteranos.
Bien porque buscamos iniciarnos en una modalidad desconocida hasta ahora para nosotros y no necesariamente tenemos alguien cerca que nos lo ponga en bandeja.
O simplemente porque queremos formarnos y seguir aprendiendo.
Soy consciente de que en este punto habrá muchos opinando que poco o nada les queda por descubrir de la cinegética.
Sin embargo, ese perfil de cazador me da más lástima que otra cosa, pues quien opina que lo sabe todo, quien no es capaz de reservar un espacio para profundizar en nuevos conocimientos, normalmente vive anulado por sus carencias.
Y tampoco creo que la experiencia de llevar muchos años haciendo algo sea garantía de nada, pues hay quien hace 40 años metió un clavo torcido en un madero, nadie le explicó que estaba torcido y 40 años después, no solo continua clavándolos mal, sino que critica a quienes lo meten recto.
El reto del cazador formado
Ampliar conocimientos siempre es buen síntoma y en el contexto actual, con nuestra actividad en tela de juicio por un amplio segmento de la sociedad, invertir en sabiduría y capacitación crece aún más en importancia.
Me gusta esa figura del instructor de caza para los nuevos compañeros que tienen interés por sumergirse en nuestro mundo.
Y también, por qué no, para todos los demás, pues la caza va mucho más allá de apretar un gatillo y esto a veces lo perdemos de vista.
¡Un abrazo y al monte!
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Amante de la caza y la naturaleza, enamorado del setter inglés y sordero empedernido. Entre encinas, robles y hayas disfruto de cada instante que me ofrece el monte, alejándome cada vez más del lamentable postureo cinegético.