Becada, arcea, chocha perdiz, pitorra… Tiene muchos nombres, pero en mi tierra la llamamos sorda.
Le decimos asi porque porque se hace «la sorda» en el monte, mimetizándose con la cubierta vegetal y quedándose inmóvil, con lo que puedes pasar delante de ella y no motivar su vuelo.
Pero no te lleves a engaño, no tiene ninguna incapacidad, escucha y vaya si lo hace, hasta el punto de que, cuando nos acercamos sin la prudencia necesaria, la estamos poniendo sobre aviso de nuestra posición.
Con todo lo que eso implica…
Índice de contenidos
La llamamos sorda, pero escucha perfectamente…
El instinto de supervivencia de la becada, como el de cualquier animal salvaje, es tremendamente sensitivo y dentro del entorno natural, su principal aliado, son auténticas escapistas, pues dominan todas las zonas de huida que les provee su refugio.
Se trata de aves terrestres, no les gusta volar y solo se animan cuando la presión del perro es acechante y no les queda más remedio.
Pero que no se sobresalten a nuestro paso o cuando la presencia del perro es cercana, no quiere decir que no sepan que estamos ahí o que no nos tengan controlados, pues la denominación de sorda, tan solo es un apelativo cariñoso, que en nada se ajusta a la realidad.
La becada nos escucha, ubica nuestra posición y utiliza las características de su refugio para darnos esquinazo
Cuántas veces, bien colocados al pie de un claro, sobre una elevación del monte o detrás de la muestra del perro, la sorda elige cualquier escapatoria alejada de nuestro radio de acción.
En otras ocasiones, cuando bota y parece que se va a poner a tiro, se termina tapando con una rama, un árbol o cualquier obstáculo vegetal, que nos incapacita para el disparo.
Y no se trata de situaciones aleatorias, ni concesiones de la Diosa Fortuna.
La becada nos ha escuchado, sabe dónde estamos, conoce a la perfección el entorno que la rodea y utiliza las características de su refugio para garantizar su supervivencia.
La prudencia y el silencio son claves para el éxito del lance
Por esto la caza de la becada se hace en silencio y tratando de ser prudentes en nuestros movimientos, más aún si cabe cuando estamos a la expectativa de resolver un lance.
Pues a veces cometemos el error de comunicarnos a gritos para notificar al compañero que el perro está en muestra o que se coloque aquí o allá.
O nos invaden los nervios, porque queremos llegar demasiado rápido al lugar y hacemos mucho ruido al pasar entre las ramas y la hojarasca, antes de colocarnos.
Y esto le da ventaja al ave, haciendo notoria nuestra presencia y posición, en el caso de que hubiésemos logrado pasar desapercibidos.
E incluso, si percibe demasiado ruido, porque entramos como un elefante en una cacharrería, motivaremos su vuelo mucho antes de lo previsto y sin darnos tiempo a llegar.
Calma, pocos nervios y mucha templanza
La caza de la sorda, por lo tanto, requiere calma, templanza y mucha prudencia.
Cuando el perro detecta su emanación y se queda en muestra, es momento de pensar, abrir los ojos, analizar el entorno, sus posibles salidas y adoptar la estrategia que creamos más eficiente, pero siendo prudentes y tratando de minimizar el impacto acústico de nuestros movimientos.
Nada de gritos, nada de silbatos… Si puedes, comunícate por señas y en caso contrario, es mejor que guardes silencio.
Pues la sorda escucha fenomenal y si además tiene tiempo de pensar, puedes dar por sentado que te vas a ahorrar un cartucho.
¡Un abrazo y al monte!
Seguro que tienes mucho que aportar y estamos deseando escucharlo, así que te animo a que dejes un comentario en el formulario con tu opinión.
Y si te ha gustado este post, puedes compartirlo en tus redes sociales desde los botones que encontrarás al final del artículo.

Amante de la caza y la naturaleza, enamorado del setter inglés y sordero empedernido. Entre encinas, robles y hayas disfruto de cada instante que me ofrece el monte, alejándome cada vez más del lamentable postureo cinegético.