Siempre pensé que allá donde no llegaba el sentido común de la administración, que probablemente es el menos común de todos sus sentidos, debía imperar el del cazador, a partir de una perspectiva lógica, racional y conservacionista, estableciendo sus propios límites, definiendo límites en la caza.
Y lo cierto es que muchas veces lo percibo, pero hay otras tantas en que lo hecho en falta.
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¿Dónde tienes tu límite como cazador?
En estas «17 Españas cinegéticas», que nos imponen una realidad normativa bien distinta, dependiendo de la comunidad en la que discurran los pasos de cazador y perro, te puedes encontrar con un cupo restrictivo de tres becadas en Cantabria o con un libertinaje absoluto en Andalucía.
Y es curioso que además este sinsentido depare aplausos sobre una percha andaluza, que a su vez sería objeto de sanción en mi Tierruca.
Es posible que en este escenario me cuestiones el ratio de sordas que se pueden encontrar en los cazaderos andaluces y no te faltará certeza, pero aquí te diré, que de igual manera, no es razón, ni motivo para exceder ese límite personal, el mismo al que no llega la administración, pero que si deberíamos alcanzar nosotros.
Quedaría por definir, claro, y esa es la clave, cuál es tu límite como cazador…
El ejemplo del zorzal y la ausencia de cupo…
Siempre que pienso en esto de los límites en la caza y en las restricciones personales que nos podamos aplicar cada uno de nosotros como cazadores, me viene a la cabeza el zorzal y esos tapices a centenares al pie de rostros sonrientes y en su cúspide de satisfacción.
Nada censurable legalmente hablando, pues carece de cupo y por lo tanto de condicionamiento, sin embargo, permíteme que de nuevo me vuelva a cuestionar la existencia de ese límite personal, el que debería conducirnos a separar el dedo del gatillo llegado el momento.
Ya ves que de nuevo nos encontramos con la misma incertidumbre… ¿Cuál es el momento? ¿Dónde tienes tu límite como cazador?.
Como desconozco tu límites en la caza, te comparto los míos…
A partir de estas líneas, si es que no lo has hecho anteriormente, es fácil que ya estés afilando el puñal, pero no te flageles tan pronto.
Ni pretendo ir de purista, ni atentar contra esa “religión” que has convertido en Decreto Ley.
Tampoco es mi objetivo imponer mis hábitos y sin embargo, quiero compartirlos, quizá para lograr en ti una mínima reflexión, si es que esto es posible y principalmente, para hacer pensar a esas nuevas generaciones que aún no están perdidas en sus costumbres de siempre y que tienen en su mano hacer perdurar este noble arte de la caza.
Porque yo si conozco mis límites en la caza…
Mis propios límites en la caza de la becada
Volviendo a la sorda, ya que la citaba al principio, tengo una serie de hábitos, algunos más recientes que otros, que están directamente relacionados con el respeto casi mágico que profeso a la especie y con la búsqueda de una relación depredador – presa, lo más justa y noble posible.
Por ejemplo, nunca cargo más de 10 cartuchos, 4 en la canana del bolsillo derecho del chaleco, otros 4 en el izquierdo y 2 más que van directamente en los cañones de mi superpuesta. El día que falle más de la cuenta y no me alcancen, mala suerte y un respiro para el ave, pero no creo que la Dama deba responsabilizarse de nuestra falta de puntería.
Cazo con Setter Inglés, es decir, con perros de muestra, lo que me lleva a respetar y valorar su trabajo por encima de cualquiera de mis instintos. Esto se traduce en que no disparo sobre ninguna sorda que me bote de los pies, que me cruce por el aire y en líneas generales, que no hayan acechado y bloqueado mis perros.
Tampoco resuelvo lances ventajistas y como ejemplo, me viene a la cabeza esa típica becada “secuestrada” entre la maleza, que se pega con las ramas y no puede escaparse, quedándose a nuestra merced, sin riesgo de error…
Sustituí mi querida Benelli Premium Superligera por una superpuesta, en el objetivo de obligarme a prescindir de ese tercer disparo traidor y más recientemente, he cambiado al calibre 20, en parte por generarme un reto más exigente, pero también huyendo de ese cañón estriado al que yo llamo regadera y que me ha llevado a matar sordas sin ni siquiera apuntar, cuando tengo claro que debe ser mi habilidad y no las prestaciones del arma, las que logren resolver con éxito un lance.
Me he auto impuesto un cupo de dos becadas…
Del mismo modo y volviendo a hablar de cupos, esta temporada me he auto impuesto una restricción personal de dos becadas… Ese es mi límite como cazador.
¿Por qué?. Principalmente porque me parecen más que suficientes para disfrutar de una buena jornada de caza, pero hay mayores motivaciones que me han conducido a tomar esta decisión.
Hemos vivido una gran campaña sordera, pero no siempre los números son tan halagüeños y he llegado a la conclusión de que, lo que quito un día del monte, al siguiente ya no está ahí y sin embargo, prefiero mantenerlo en su justa medida, porque de ello depende el disfrute de mis perros y el mío propio.
Sin ir más lejos, el año pasado, muchísimo más pobre en densidad, indulté una sorda en diciembre que seguimos volando durante todo el mes de enero y parte de febrero, generándonos un reto diario que de otro modo no hubiese existido y permitiéndonos aprender a perros y cazador a base de vuelos, peones, lances, muestras, patrones…
Una escuela impagable que no hubiese podido aprovechar en caso de haberla matado cuando pude hacerlo.
Pero es que además, odio marcharme del monte por obligación y ese cupo de dos becadas me permite descargar el arma, colocarla en el hombro y seguir perreando con mis canes, algo imposible cuando la tercera ya viaja en el morral, pues el guarda puede interpretar que continúo en acción de caza y sancionarme, del mismo modo que tampoco puedo volver al coche a dejar la escopeta, ya que se considera abandono de arma.
Estos son mis principios…
Decía Groucho Marx aquello de “Estos son mis principios…” solo que en mi caso, sino te gustan, no tengo otros.
Estos también son mis límites como cazador… ¿Te has planteado tú cuáles son los tuyos?.
¡Un abrazo y al monte!
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Amante de la caza y la naturaleza, enamorado del setter inglés y sordero empedernido. Entre encinas, robles y hayas disfruto de cada instante que me ofrece el monte, alejándome cada vez más del lamentable postureo cinegético.
Aquí va un aplauso a tus principios, dignos de admirar y seguir. Hay muchas maneras de hacer en todos los campos, pero ser perfecionista y coherente en esa actividad, no debe de ser fácil.
Muchas gracias Anjana! 😉