Cuando arrancó la veda allá en Octubre, nada hacía presagiar que iba a ser una mala temporada para los cachorros, al menos, con los datos de las dos anteriores en la mano.
Y no me lamento por ver disminuida la percha, sino por la escasez de lances, que son los que a la postre, les conceden las experiencias que necesitan para convertirse en grandes cazadores.
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Qué mala temporada para los cachorros
Una de las mayores motivaciones que tengo hoy día en la caza son mis cachorros: Figo, Crono y Luca.
Tres jóvenes cazadores que, después de hacer una gran Media Veda, podrían haber contado esta campaña como la de su despegue definitivo y de hecho, eso es lo que esperaba, pues tenía la falsa intuición de que íbamos a disfrutar de un buen año de sordas.
Sin embargo está siendo malillo, con demasiadas jornadas erráticas y pocas opciones de aprender sobre el terreno, pues ni hemos encontrado la densidad que esperábamos, ni el comportamiento del pájaro se está prestando formativo.
Al menos en lo que respecta a mi tierra, pues en otras zonas del País, la panorámica becadera está siendo mucho más benevolente.
En cualquier caso, echo en falta lances…
A menudo, después de observar a los cachorros trabajando, siendo generosos en el esfuerzo, recorriendo cada rincón del monte con entusiasmo e intensidad, durante tres, cuatro, cinco horas, me paro y pienso… ¿No se aburrirán?
El mejor entrenamiento necesita de lances en el monte
Que duda cabe de que el trabajo en casa es importante.
Dedicarle tiempo al cachorro en soledad y entrenar algunas de sus capacidades es necesario y además nos permite empezar a crear ese vínculo que más tarde nos reportará grandes satisfacciones.
Pero el mejor adiestramiento servirá de poco si el monte, que es donde deben convalidar sus aptitudes, no ofrece los suficientes encuentros con la caza para depurarlas.
Porque al final no hay mejor docente que la propia caza y son esas experiencias las que permiten que el cachorro evolucione, crezca y se convierta en un buen cazador.
Cada lance es una nueva oportunidad de aprender a negociarlo, de entender el comportamiento del pájaro, de poner prudencia al exceso de pasión o de imprimir bravura cuando la situación lo requiere, de ganar afición a base de vivir una oportunidad tras otra…
Y nada de eso lo podemos sustituir con entrenamiento…
¿Son mediocres o se vuelven mediocres?
La caza menor está en declive, más aún si comparamos las densidades actuales con las de hace unos años y esto determina una gran escasez de lances, largas jornadas en blanco sin ver pieza y muchas horas de monte sin alicientes que nublan las posibilidades de aprendizaje de los más jóvenes.
Por eso tengo la sensación de que muchos perros con gran potencial, terminan hundiéndose debido a la falta de caza.
Algo así como la joven promesa en el fútbol, que termina echando al traste sus mejores talentos, por falta de minutos de juego.
Entrenar podrá entrenar mucho y bien, pero si le falta ritmo de competición y no le dan oportunidades, nunca terminará de explotar.
Luego está el tiempo que necesita un perro «para hacerse» y que se convierta en una garantía y nuevamente, está directamente relacionado con los lances que tenga oportunidad de experimentar.
Y esto es algo que he vivido recientemente con la codorniz…
Un gran año de africanas, que ha posibilitado un encuentro tras otro con ellas y los hermanos Del Collado de Sejos volvieron para casa cazando, con la muestra afianzada, el instinto de búsqueda más depurado y una traza completamente diferente.
Insisto, que pena esta mala temporada para los cachorros.
Mientras hay veda, hay esperanza
Un mes mal contado nos queda, suficiente para gozar de un toque de fortuna, en forma de lo que sea, que proponga una perspectiva diferente y más atractiva, que difumine esta mala temporada para los cachorros.
Entre tanto, seguiremos subiendo al monte cada fin de semana, pues como decía mi abuelo: «La suerte nos tiene que pillar trabajando».
¡Feliz Año, un abrazo y al monte!
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Amante de la caza y la naturaleza, enamorado del setter inglés y sordero empedernido. Entre encinas, robles y hayas disfruto de cada instante que me ofrece el monte, alejándome cada vez más del lamentable postureo cinegético.