En el mundo de la caza tendemos a fiscalizar el valor de un compañero en función del número de abates que logra al final de la temporada.
«Ese es buen cazador porque porque mata muchas sordas…»
Un dato que demasiados utilizan como vara de medir para establecer capacidades, pero que sin embargo, yo estoy empeñado en contradecir.
Pues el mejor cazador no es el que más caza abate y te voy a demostrar por qué…
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¿Tanto matas, tanto vales?. Ni mucho menos…
Todos hemos escuchado en algún momento aquello de «fulanito es un gran cazador, lleva 50 sordas en lo que va de temporada».
Y aunque no pretendo restar mérito alguno a ese ingente volumen de capturas, los años, la experiencia y sobre todo, la vista, me han demostrado que no necesariamente ser más prolífico a la hora de llenar el morral, está directamente relacionado con el conocimiento y la habilidad del cazador.
De hecho, me empieza a parecer bastante cutre, que a estas alturas de la película, nos sigamos dejando arrastrar por un dato que, si bien carece de importancia, además no nos reporta ninguna percepción real sobre las cualidades del becadero.
Y digo becadero, como podría decir perdicero, codornicero o la especialidad que gustes…
Por eso sigo pensando que el mejor cazador no es el que más caza abate y a lo largo del post, vamos a ver por qué.
Cuando priorizas el “cómo”, sobre el “cuánto”, es más difícil hacer número.
Para mí esta es la razón principal por la que no debemos clasificar la capacidad de un compañero en función del número de capturas que logre.
Quien sale al monte centrado solo en el número, presto a disparar a cualquier becada que se cruce delante de sus narices, salga como salga y sin atender a la forma en que lo haga, siempre va a tener más posibilidades de agrandar el morral.
Por el contrario, aquel cazador más respetuoso con el trabajo de los canes, que no caiga en lances oportunistas, que no le dispare a una sorda que se traba en las ramas o que no haya llegado a bloquear su perro, por lógica, tendrá las mismas oportunidades de matar becadas que el primero, pero solo se colgará aquellas que debidamente justifiquen la esencia de su caza.
Siguiendo este ejemplo… ¿Es mejor cazador quien más arceas se trae del monte?.
No necesariamente.
Que el perro sea bueno no quiere decir que el cazador también
Otro gran error es mirarnos siempre el ombligo, olvidarnos del verdadero protagonista en casi todas las modalidades, que es el perro y adjudicarnos todo el mérito de las hazañas que logramos en el campo.
¿Si no fuese por tus perros, cuántas becadas encontrarías en el monte?.
¿No es justo decir entonces que, un gran porcentaje de tu supuesta capacidad, depende de él?.
Cierto es que, con frecuencia, los mejores perros siempre terminan en las mismas manos y no es por casualidad.
Pero también hay mucho escopetero con suerte, al que de vez en cuando le cae algún can de altura y le reporta todo aquello de lo que él adolece.
«Quién prioriza en el «cómo» en lugar del «cuánto» y caza de forma ética, sirviendo únicamente las muestras del perro, nunca llenará el morral como ese otro que dispara de forma indiscriminada y sin miramientos.»
Además, no perdamos de vista que todos en algún momento podemos ir más justos de calidad o sencillamente, puede ser que estemos invirtiendo nuestras jornadas en hacer prosperar a nuestros cachorros, sacrificando de ese modo el número de lances y por lo tanto, el de capturas.
En cualquier caso, otro ejemplo que debes tener en cuenta antes de alzar la voz y ponderar la valía de un compañero, por el número de piezas que se lleva para casa.
Insisto… El mejor cazador no es el que más caza abate.
Ser buen tirador no te concede el título de buen cazador
En realidad, quien mata mucho ni siquiera tiene por qué ser un buen tirador.
De hecho, para evaluar esto, habría que separar la paja del grano y contabilizar los fallos.
Pero tampoco quiero rizar el rizo y lo que está claro es que, alguien capaz de abatir 40, 50 ó 60 becadas en una temporada, como mínimo, apuntar sabe.
Pero hasta ahí. Sabe apuntar y le valoro esa habilidad, pero no por ello debo considerarle un gran cazador, ni mucho menos.
Como he escrito en tantísimas ocasiones, la caza requiere muchas aptitudes y la puntería, solo es una de ellas.
No es lo mismo cazar dos días, que cinco o siete
No lo sé con exactitud, pero creo que en Asturias se caza dos días a la semana, en Cantabria son cuatro y en el País Vasco, por ejemplo, seis o siete.
Dicho esto, volvemos al principio…
¿Cómo va ser mejor cazador quien más caza abate, cuando uno puede salir todos los días de la semana y el otro debe limitarse a dos?.
Con todo lo que eso implica, además…
Pues quien pisa el monte a diario, es cuestión de tiempo que pueda beneficiarse de una gran entrada de pájaros o de un día de fortuna.
Quien lo hace con cuentagotas, le tocará vivir esa suerte o no…
El número de horas y jornadas, también cuentan
Decía un “fenómeno” el otro día en Facebook, «que él se acostaba y se despertaba pensando en caza y que a la más mínima oportunidad, cogía la escopeta y se escapaba al monte».
En mí caso, por suerte, tengo familia, mujer, hijas, trabajo, responsabilidades… Y aunque la caza es mi pasión y le dedico mucho tiempo, también tengo más cosas en qué pensar, con las que soñar y desde luego, la caza no es el único molino que mueve mi vida.
Y como yo, muchos más…
«Hay cazadores que te preguntan dónde están los pájaros y otros que te llevan para que los veas. Éstos últimos son los que verdaderamente saben.»
¿A dónde quiero llegar?
Pues que hay gente que puede, quiere o le gusta y aprovecha cada oportunidad que le concede la orden de vedas para salir a cazar, desde que amanece, hasta que anochece.
Otros, solo le dedican el fin de semana y tampoco amplían la duración de la jornada más allá de las 2 o las 3 de la tarde.
De modo que, los primeros, por la mera inversión de tiempo, verán más caza e incluso la extensión de la jornada, les concederá más opciones de abatir pájaros.
¿Son mejor cazadores por ello?.
No, para nada.
Si quieres, les regalamos el título de «cazadores persistentes», pero hasta ahí.
La zona y el coto influyen muchísimo
Claro que la becada es una migratoria y que no hace reservas de alojamiento fijas cada temporada, pero también es cierto que hay entornos “más predispuestos” que otros para recibirla y esto, a menudo, marca la diferencia en el número final de capturas.
No es lo mismo cazar en Castilla, siendo un buen escenario sordero, que en Huesca, por ejemplo, ya que la densidad que nos vamos a encontrar en un escenario y en otro, es diametralmente opuesta.
Y si hacemos zoom y ponemos el foco sobre los acotados de caza, más de lo mismo.
Por un lado, tenemos al cazador con pasta que se coge un coto para él solo, sin competencia y aprovecha lo poco o mucho que haya, sin que nadie le moleste o se lo quite.
«Es muy distinto cazar en los robledales de Castilla, que en los angostos e inaccesibles montes de Asturias, Cantabria o el País Vasco.»
En contraposición, estamos el resto de mortales, que con demasiada frecuencia tenemos que tratar de sobrevivir a un superávit de tarjetas y buscar la caza rodeados de tantas escopetas, que ríete tú de las armas que había en el desembarco de Normandía.
Quizás he exagerado un poco, pero lo que pretendo decir es que la calidad del coto en el que cazamos y el número de compañeros que buscan lo mismo que nosotros, son determinantes en el número de piezas que abatimos.
Por eso, el mejor cazador no es el que más caza abate.
La complejidad de una vegetación u otra
Ni que decir tiene que, tampoco se parece cazar becadas en los robledales de Castilla, que en los angostos e inaccesibles montes de Asturias, Cantabria o el País Vasco.
Quizás en Castilla tengas que andar más ligero por aquello de que el pájaro se aguanta menos y concede pocas opciones, pero de igual forma, el perro lo campea todo, le gusten o no los pinchos y tú tienes oportunidad de llegar hasta la muestra con comodidad, apuntar a la sorda e incluso seguirla y dispararla con cierta facilidad.
En mi tierra, de momento, más te vale que tengas un perro valiente y bien bravo, al que no le importe meterse en el más cerrado de los rincones (Me gustaría ver a muchos de esos grandes perros de Castilla, desenvolverse entre encinas, escajos, ganzos…).
Pero es que además, debes incluir entre tus habilidades, unas grandes dotes de intuición, porque son tantas las ocasiones en que no puedes alcanzar el perro cuando está en postura, que te tienes que conformar con ponerte al pie de algún claro y rezar a la Diosa Fortuna para que a la sorda le dé por elegir esa escapatoria.
He cazado en ambos entornos y sin desmerecer la gran exigencia a la que ya te obliga el ave, poco tiene que ver matar sordas en un lado y en otro.
¿Es mejor entonces el cazador que se cuelga tres en Palencia, que ese otro Vizcaíno que se vuelve con una?.
En ningún caso…
La diferencia entre cazar solo o acompañado, es grande
El trabajo en coalición siempre suele ser más productivo, pero si nos ceñimos a la becada, los resultados de cazar con alguien al lado, son aún más llamativos.
Principalmente en aquellas zonas boscosas, querenciosas, con muchas escapatorias que el pájaro conoce a la perfección (Por algo eligió ese refugio), donde dos cuerpos cubren más y ejercen una mayor presión.
Y esto es algo que he testado muchas veces, pues aunque en el 90 % de las ocasiones salgo solo con mis perros, en otras, las menos, cuando voy acompañado, nos cuesta bastante menos resolver el lance.
Por lo tanto, es otro valor a considerar, ya que no disfruta de las mismas ventajas quien caza en soledad, que quien lo hace en equipo.
¿Ves cómo el mejor cazador no es el que más caza abate?.
Los mejores cazadores, no suelen presumir de hazañas
Dicho todo lo anterior, hay otros ejemplos que nos arrojan una buena dosis de realidad sobre el tipo de cazador que tienes delante.
Por un lado, están los que no ven la hora de llegar a casa para colgar en redes sociales la fotito con el cupo realizado y sentarse después relajados a engrandecer su ego con los vítores de quien lo felicita.
Luego tenemos otro segmento amplio, que no “gasta internet”, pero en cambio, va corriendo al bar según vuelve de cazar y empieza a fanfarronear, buscando que alguien le pique y le ponga en bandeja la oportunidad de vaciar el morral encima de la barra.
Incluso he visto a un tio guardar en su coche tres becadas del fin de semana, para enseñárselas el lunes en el trabajo al compañero…
Y justo en el lado opuesto están los buenos, esos a los que, al preguntarles: «¿Cuántas has matado?»… Te responden focalizando su argumento sobre los canes, explicando algun lance en que el perro lo ha hecho fenomenal o directamente, si continuas insistiendo, te despachan con un: «poca cosa».
Porque los buenos cazadores que he conocido, escondían con el mismo rigor sus rincones favoritos, como el número de piezas que abatían.
El mejor cazador no es el que más caza abate y además, se le evalúa por otras aptitudes
Sin duda, abatir mucha caza puede ser un inicio para vislumbrar la habilidad de un cazador, pero nuestra valoración no se puede quedar ahí, pues en ningún caso es un dato determinante, como hemos visto hasta ahora.
En mí opinión, el mejor cazador no es el que más caza abate, si no el que mejor se adapta a las condiciones del campo, quien es capaz de interpretar lo que le ofrece el monte en cada situación, aquel cuyo conocimiento y experiencia le lleva a tomar decisiones inteligentes o seguir estrategias que deparan lances.
«Hay gente que va ansiosa por el monte, en constante tensión y tan afanados al guardamanos de su escopeta, que son incapaces de apreciar nada de lo que ocurre a su alrededor, incluido el trabajo de sus perros, por lo que tampoco llegarán nunca a entenderlos.»
El mejor cazador, para mí, es quien demuestra un amplio conocimiento sobre la especie, siendo capaz de interpretar sus movimientos, adelantarse a sus reacciones y conocer sus querencias en función del entorno y la climatología.
Hay cazadores que te preguntan donde están y otros que te llevan para que las veas.
Quizás los primeros tengan en su mano los condicionantes favorables para matar muchas, pero los que realmente saben, son los segundos.
Y por supuesto, el mejor cazador no es el que más caza abate, sino quien más respeto muestra por el ave.
La relación con sus perros es un buen indicativo
Hay gente que va con tanta ansiedad por el monte que es incapaz de apreciar nada, ni los pequeños detalles que le ofrece el campo, ni la belleza del entorno por el que discurren sus pasos, ni mucho menos, el trabajo de los perros, por lo que jamás serán capaces de llegar a conocerlos en profundidad.
Solo saben andar aferrados a su hierro, en constante tensión, pues únicamente les impulsa el indómito deseo de apretar el gatillo y la simple idea de fallar un lance, les cae como un jarro de agua fría imposible de digerir.
Sin embargo, el cazador experimentado, presta gran atención a sus perros, les dirige, les corrige, aprende a evaluar sus comportamientos en función de la situación, a distinguir sus estados, sus gestos, logrando alcanzar de ese modo, una gran complicidad con ellos, que a la postre es determinante para resolver aquellos lances que presentan una complejidad más agudizada.
Y por supuesto, el mejor cazador, siempre será el más inteligente
No le podemos pedir peras al olmo…
El talento y la inteligencia son esenciales para destacar en casi todas las facetas de la vida, como también en la caza.
Una mente brillante a la que le acompañan otras aptitudes como el sacrificio, el esfuerzo o la capacidad de sacrificio, normalmente es imparable ante todo lo que se proponga.
Si no sabe, aprende rápido y cuando ha aprendido, se afana en escuchar y seguir adquiriendo conocimiento, pues es consciente de que siempre habrá quien tenga más sabiduría que él.
Al tonto, estas cosas ni se las menciones, porque haber quien se atreve a darle una clase de algo, cuando se considera un experto en lo que hace.
Conclusiones
Por estas y seguramente, otras muchas razones, el mejor cazador no es el que más caza abate.
¿Ya te has convencido?
Y de paso, va siendo hora de que dejemos de alimentar este tipo de creencias, nos cuestionemos el verdadero sentido de la caza y aprendamos a valorar otros conceptos, más allá la fotito con un montón de sordas colgadas.
De ese modo, muchos buenos cazadores perderán el miedo a compartir sus experiencias, sean más o menos nutridas y el disfrute será general.
¡Un abrazo y al monte!
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Amante de la caza y la naturaleza, enamorado del setter inglés y sordero empedernido. Entre encinas, robles y hayas disfruto de cada instante que me ofrece el monte, alejándome cada vez más del lamentable postureo cinegético.