Como quien dice, acaba de empezar la temporada y con ella, no se han hecho esperar las miserias cinegéticas que unos cuantos se esfuerzan en celebrar, otros en aplaudir y parte de los que quedan, en ocultar.
Escopeteros los primeros, palmeros los segundos y avergonzados cazadores estos últimos, que piensan que barriendo la mierda debajo de la alfombra, lograremos mantener la compostura, aunque solo sea por un pequeño espacio de tiempo.
Pero no, esa no es la solución, hay que erradicar la enfermedad de raíz y para eso es necesario señalarla firmemente con el dedo índice, ponerla a la vista de todo el mundo y censurarla.
Índice de contenidos
- 1 ¡Debemos censurar nuestras miserias cinegéticas!
- 2 ¿Por qué se supone que deberíamos ocultar nuestras miserias cinegéticas?
- 3 Nuestra obligación es señalarlos con el mismo dedo que ellos desgastan el gatillo
- 4 Basta ya de las miserables excusas de siempre
- 5 Las especies salvajes son recursos limitados
- 6 Reflexionemos sobre nuestras miserias cinegéticas
¡Debemos censurar nuestras miserias cinegéticas!
Ya está aquí Alvarito de nuevo con el mazo atizando al cazador, dirás…
Pero no, que va, no atizo al cazador, sino al escopetero, al infame matarife que presume de sus dudosas hazañas y a los cuatro ignorantes que se las aplauden.
Porque lo que yo entiendo por cazador es otra cosa y lo único que le voy a increpar, según el caso, es que dedique sus esfuerzos a ocultar aquello de lo que se avergüenza, en lugar de ser el primero en alzar la voz y censurarlo.
Pues esto no va de taparse los unos a los otros, ni mucho menos.
No somos malos, ni peores compañeros, por mostrar repulsa hacia quien no guarda un mínimo de respeto por esas especies que nos obsequian con el regalo de su caza.
Como tampoco podemos, ni debemos, vivir en la hipocresía de gritar a los cuatro vientos nuestras grandezas, para esconder más tarde los errores y miserias cinegéticas.
Porque entonces perderemos credibilidad, la poca que se supone que nos queda y esa fina cuerda floja, en la que hoy nos tambaleamos, terminará por romperse y llevarnos a todos al fondo del abismo.
¿Por qué se supone que deberíamos ocultar nuestras miserias cinegéticas?
¿Cuál es la razón para que debamos ocultar nuestras miserias cinegéticas?.
¿Los animalistas?. ¿Los veganos?. Que no hombre, no, ni mucho menos.
Y si piensas de ese modo es que aún no has terminado de comprender que, hagamos lo que hagamos, el lobby anti-caza nos va a seguir pasando la cuchilla sin mediar razón alguna.
Además, es que no es a ellos a quien debemos convencer, sino al resto de la sociedad, que ejerce de juez en la sombra y como tal, asumirá el peso de nuestro futuro cinegético.
Y si el litigio ya es complejo de ganar, pues a menudo están demasiado despegados del mundo rural como para entender su casuística y lo que en él acontece a diario, nosotros les ayudamos a inclinar su balanza desprestigiando aún más este noble arte que es la caza, con actuaciones que en ningún caso responden a su cultura.
Nuestra obligación es señalarlos con el mismo dedo que ellos desgastan el gatillo
Las vergüenzas hay que mostrarlas, señalarlas, ponerles nombre, apellidos y despejarlas fuera del colectivo, porque dentro no le hacen ningún bien a nadie.
Es necesario ponerlos en el disparadero, que se sientan observados, descubiertos y censurados.
A partir de esa actitud es como realmente podremos considerarnos cazadores, conservacionistas y amantes del campo y las especies.
Sin miedo, que no pasa nada, al contrario, redundará en nuestro beneficio, pues la sociedad, que nos fiscaliza con vista de pájaro, valorará ese talante y entenderá que verdaderamente amamos la naturaleza, porque somos incapaces de casarnos con nadie que venga a hacerla daño.
Pues parte de nuestra labor, es proteger aquello que queremos.
Basta ya de las miserables excusas de siempre
Estoy saturado de las banales excusas de siempre, tan retóricas, gastadas y ridículas, que han logrado colocarse al mismo nivel que los más absurdos topicazos animalistas.
Que si en Estonia cantan, en Marruecos bailan y para que me coma la cena otro, me la zampo yo, aunque reviente y tenga que pasarme cuatro días chupando Almax.
Porque en realidad solo son eso, excusas.
Excusas baratas para seguir haciendo lo que nos da la gana, justificar nuestros malos hábitos y seguir limpiando nuestro aura con la actitud demoníaca que les presuponemos a todos los demás.
Y eso no es digno de quien se considera cazador.
Las especies salvajes son recursos limitados
No critico a quien busca darle gusto al dedito, pero que se quite la careta de cazador y en lugar de acudir al coto, se vaya al campo de tiro o se desvíe a un intensivo, donde las piezas son de granja y por lo tanto, un recurso renovable.
No así las salvajes, estas son otra cosa, pues no disfrutan de la misma capacidad regenerativa, tienen que lidiar con múltiples obstáculos, peligros y depredadores y no solo merecen nuestro más excelso respeto por ello, sino que están muy por delante de nuestros intereses venatorios.
Da igual si pagamos miles de euros en cotos, licencias y seguros, me es indiferente que hayamos bajado cientos de veces con las manos vacías del monte o que pensemos que, al haber mucha densidad, un «pequeño destrozo puntual» pasará desapercibido.
Ninguna sirve de excusa y mucho menos justifica esquilmar sus poblaciones sin pudor.
Absolutamente ninguna de esas razones es más importante que el equilibrio y conservación de esas especies que nos permiten sentirnos cazadores.
Cuando hay muchas, porque debemos enfocarnos en su sostenibilidad, para después no tener que lamentar su escasez y cuando hay pocas, por razones que deberían ser más que obvias.
Reflexionemos sobre nuestras miserias cinegéticas
Deberíamos reflexionar, pensar hacia dónde vamos y cuál es el modelo que en realidad debemos perseguir.
Aplaudir o esconder nuestras miserias cinegéticas no nos beneficia en ningún aspecto, es más, supone echar por tierra nuestros valores más tradicionales, perder nuestra identidad y sin ella, difícilmente podremos conquistar batallas y defender la caza.
Es clave mostrar nuestra mayor intolerancia hacia la ruindad y los malos hábitos que perjudican a todo el colectivo.
¡Un abrazo y al monte!
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Amante de la caza y la naturaleza, enamorado del setter inglés y sordero empedernido. Entre encinas, robles y hayas disfruto de cada instante que me ofrece el monte, alejándome cada vez más del lamentable postureo cinegético.
Más de lo mismo con el mismo mecanismo, llenarse la bocaza de respeto y luego hacerla bien gorda porque se calienta el dedo y la cabeza está para llevar la gorra.
Haces bien en denunciar estas mierdas y otras parecidas, yo no me canso de leerlas.
Ojalá llegue el día en que no sea necesario destacar estas cosas y eso ocurrirá cuando le «quitemos el polvo a la casa».
¡Un abrazo maestro!