La caza tiene muchos momentos épicos, especiales, emocionantes, que simbolizan bien los motivos por los que genera tantísima afición y para mí, que siempre voy acompañado de mis setters, uno de ellos, es la muestra del perro de caza.
Esa tensión compartida, en la que prácticamente puedes sentir los agitados latidos de tu cómplice, estimulan nuestro instinto cazador y elevan todos nuestros sentidos hasta su nivel más crítico, en espera de lo que está por venir.
Índice de contenidos
Qué momento tan épico el de la muestra
Si hay una situación que puede transtornar esa jornada errática, monótona y anodina es el momento en que nuestro perro cae en muestra.
Da igual lo que haya podido suceder hasta entonces.
Ese instante en que ha detectado una emanación y se queda bloqueado me genera un subidón de adrenalina brutal, que automáticamente reactiva todos mis sentidos e incluso una sensación extraña, similar al de las famosas mariposas del enamorado, empieza a recorrer mi cuerpo.
Respiro hondo, busco la templanza, recurro a la habilidad y abro bien los ojos, tratando de disfrutar de una secuencia cada vez más emocionante y de gran belleza, que da pie al discurrir de un nuevo lance.
Después, da igual si logramos resolverlo con acierto, pues incluso habiendo vivido infinidad de escenas similares, cada uno de estos momentos es diferente e imposible de olvidar.
Es la verdadera esencia de la caza, incentivo de perros y cazadores, segundos gloriosos que fortalecen nuestra pasión venatoria.
La muestra del perro de caza
El resultado de esas largas jornadas por el monte, del esfuerzo por superar cada uno de los obstáculos que nos encontramos a nuestro paso, del impulso por seguir avanzando, se concentra en la muestra del perro de caza, como el momento más álgido de la cacería.
Porque es en esos instantes cuando se pone de manifiesto la fortaleza de nuestra complicidad, nuestra capacidad de trabajo en equipo y el valor del entendimiento que hemos logrado alcanzar.
Un gesto simple, instintivo, de puro depredador que acecha a su presa, difícil de plasmar en palabras, pero que transmite tanto como el más excelso de los versos de Neruda.
Pues aunque lo describamos en sencilla prosa, la muestra del perro de caza tiene enormes tintes poéticos.
Dos corazones latiendo al compás
Una forma especial de culminar la ardua búsqueda, con dos bravos corazones compartiendo el mismo ritmo, acompasados en intensidad y afanados en librar con acierto lo que está a punto de ocurrir.
Dos seres con idénticos objetivos y primitivos instintos, atentos a la incertidumbre que asoma tras la emanación, firmes en la postura, pero dibujando en su mente el final de sus respectivas suertes.
Una experiencia inigualable, épica y palpitante, que contagia al cazador, aviva nuestra pasión y nos impide volver a soñar con nada más, toda vez que hemos probado sus mieles por primera vez.
¡Un abrazo y al monte!
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Amante de la caza y la naturaleza, enamorado del setter inglés y sordero empedernido. Entre encinas, robles y hayas disfruto de cada instante que me ofrece el monte, alejándome cada vez más del lamentable postureo cinegético.
Si como decía Ortega y Gasset en su prólogo del libro “Veinte Años de caza mayor”; cazar es “buscar, encontrar, perseguir, acosar y dar muerte a un animal salvaje”, no hay nada que más se le parezca que cazar acompañado de perros de muestra.
Hay muchos tipos de caza menor; pero solo practico aquella en la que me es necesario llevar a mis dos compañeros cuadrúpedos (Setters Inglés, siempre) para culminarla. Disfruto viendo su búsqueda, su encuentro, su acoso y por fin su muestra, independientemente de cómo resuelva yo el lance, abatiendo la pieza, fallándola o no pudiéndola tirar. Digo que quienes cazan son mis perros y yo soy quién acierta, falla o se queda a dos velas sin ocasión de tirar al pájaro.
Las ocasiones que me brindan no me duran solo el día de caza, ni mucho menos, quedan en mi recuerdo los días laborables entre jornadas de caza, y en tiempo de veda me acompañan rememorándolas en momentos de hastío. Mientras escribo esto vienen a mi memoria muestras que viví décadas atrás y creo que recordaré hasta el final y todo gracias a mis compañeros perrunos.
Después de 50 años cazando (ahora tengo 60 y empecé con 10 años como morralero) no concibo la caza sin perro de muestra.
Desde luego Iñaqui, lo has descrito muy bien. Aquellos que disfrutamos de esa fortaleza inquebrantable del binomio perro & cazador, somos unos auténticos privilegiados.
Muchas gracias por comentar!.
¡Un abrazo y al monte!