“Esto en mis tiempos…”, “los jóvenes de hoy…”. Cualquier tiempo pasado nos parece mejor, más romántico, más sano y si en algo coincidiremos, es en esos paradigmas atemporales que, generación tras generación, se convierten en retórica. Aquello que el abuelo escuchó de su padre y la vez repitió a su hijo, quien hizo lo propio con el suyo, que además espera el momento para compartirlo con su respectiva descendencia y asi seguirá siendo, porque yo mismo me cansé de oír el famoso réquiem y sin embargo, no dejo de reproducírselo a mis hijas. Esto mismo ocurre en la caza, propietarios de nuestros hábitos, recuerdos y hazañas, nos cuesta considerar a quien llega por detrás y sin embargo, aquí si me voy a desmarcar de la linde, porque si algo percibo en las nuevas generaciones de cazadores, es justamente un valor al alza en términos de sensibilidad animal y respeto medioambiental.
Buenos y sanos principios, vaya…
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Nuevas generaciones de cazadores con sanos principios
“Lo primero es aprender y al veterano atender”, reza el primero de los mandamientos del cazador, que no solo por antiguos, sino también por apropiados, deben ser leídos, además de interiorizados.
Y cierto es que, detrás de cada sílaba pronunciada por muchos de esos veteranos cazadores, se esconde un profundo aprendizaje que va mucho más allá de lo que jamás te ofrecerá la más completa de las enciclopedias.
Pero también es indudable que los tiempos cambian y con ellos, ha cambiado la sociedad, sus hábitos, gustos, necesidades y percepciones, la propia realidad que nos acontece y por extensión, se ha visto obligada a hacerlo la caza.
Donde antes eran héroes, hoy estamos más cerca de ser villanos, porque años atrás se cazaba para llenar despensas y por ello los métodos no se cuestionaban, pero hoy, aunque sigue siendo el fin, raramente es el único, lo que ha deparado que se polemice y discutan esas mismas reglas que hasta hace poco habían prevalecido sin inconvenientes.
Y no es fácil cambiar de hábitos cuando el ser humano es un animal de costumbres.
Supongo que tampoco resulta sencillo ponerte trabas a esa conducta que llevas aplicando tantos años.
Y en eso, las nuevas generaciones de cazadores, llegan limpios de herencias, con unos principios muy sanos por regla general, que además, me gustan.
No es una crítica, ni una comparativa, es cuestión de futuro
Cuando has volado codornices por castigo y te has colgado un ciento sin despeinarte, en una mañana cualquiera de agosto, a la fuerza tiene que resultar complicado asumir que una docena, con suerte, será tu mayor premio el día que vuelvas a pisar el rastrojo.
Cuando probablemente no hacía falta más que un perro trotón y que molestase lo justito, para alcanzar semejantes perchas, hoy se hace más difícil resignarse a cazar a través de él o levantar el arma cuando ni siquiera intervino en el lance.
Y solo es un ejemplo que podemos proyectar a cualquier otra especie o modalidad cinegética, un ejemplo entendible y en ningún caso una crítica, pues no persigo una comparativa, ni el inicio de una lucha encarnizada entre lo que era y lo que es, sencillamente hay quien evoluciona y se adapta, hay a quien le cuesta y otros que nunca lo lograron por mucho que se lo propusieron.
Lo que no debería sorprender a nadie es que, al menos parte de esos métodos y costumbres de antes, no tienen cabida en la cinegética de hoy si queremos verla sobrevivir al juicio de una sociedad que puede terminar sucumbiendo al acoso y acecho de políticos y radicales.
Y en eso, como decía, las nuevas generaciones de cazadores, por la sencilla razón de que carecen de los antiguos hábitos, no necesitan reflexionar sobre ellos.
Me gustan las nuevas generaciones de cazadores
Esas nuevas generaciones de cazadores llegan a un campo muy distinto del que frecuentaban nuestros abuelos, con especies que en algunos escenarios, necesitan más cariño que gatillo, lo perciben rápidamente y se cohíben.
Hoy se habla mucho más que antes de caza de gestión y lo interiorizan fácil, porque no han conocido otra cosa.
Complementan el necesario aprendizaje de sus mentores, con una sensibilidad más agudizada, que eleva aún más si cabe, el enorme respeto que siempre tuvo el cazador por aquello que le rodeaba.
Me gusta el respeto y la deportividad que ponen de manifiesto en sus jornadas de monte, aunque discrepe del término, que no de las implicaciones que conlleva.
Me gusta el gran valor que otorgan a ese mal llamado auxiliar, que tantas veces se erige como verdadero protagonista.
Y aunque siempre generalizando, porque ayer había barriles con manzanas podridas y mañana no dejarán de existir, ni en la venatoria, ni en ningún otro aspecto de la vida, pero al menos en este sentido, pienso que vamos por el buen camino.
Lo que está directamente relacionado con el futuro de la caza.
A buen entendedor, pocas palabras bastan…
Soy consciente de que ahora, tras leer este post, habrá quien dedique su mayor esfuerzo en demostrar que el cazador de hoy, no le llega a la suela de los zapatos al de ayer.
Otros abrazarán el recurrente: “los jóvenes actuales…”, como si no lo hubiesen escuchado previamente de sus propios padres.
Normalmente porque no han entendido nada, probablemente, esos que anteriormente citaba como incapaces de evolucionar.
En cualquier caso, a mí me gustan las nuevas generaciones de cazadores…
¡Un abrazo y al monte!
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Amante de la caza y la naturaleza, enamorado del setter inglés y sordero empedernido. Entre encinas, robles y hayas disfruto de cada instante que me ofrece el monte, alejándome cada vez más del lamentable postureo cinegético.