Hace unos días, un buen amigo, planteó una cuestión en RR.SS sobre perros y cotos de caza que me dio la idea para este post. Concretamente, vino a decir lo siguiente… «Es mejor un perro de mierda en un excelente coto de caza, que un perro excelente en un coto de mierda».
Como mínimo, da para reflexionar… ¿No te parece?
Índice de contenidos
- 1 Buenos y malos, perros y cotos de caza… ¿Qué es lo importante?
- 2 Grandes perros y cotos de caza desérticos…
- 3 Perros ramplones en cotos con caza abundante…
- 4 Inteligencia y habilidad & constancia y oportunidades…
- 5 El talento hay que entrenarlo, potenciarlo y retarlo
- 6 Entonces, entre perros y cotos de caza… ¿Qué elegimos?
Buenos y malos, perros y cotos de caza… ¿Qué es lo importante?
Empecemos por no ceñirnos a la frase de forma literal, pues seguramente no pretende una comparativa tan radical, sino que busca escenificar una idea con la que estoy plenamente de acuerdo.
Hablamos de perros, claro, de sus talentos y capacidades, de lo que necesitan para prosperar y optimizar sus cualidades, de las razones que llevan a una joven promesa con un pedigree abrumador a quedarse estancada y por el contrario, de los motivos que elevan a un perro, a simple vista más mediocre y con “menos nobleza” a transformarse en un cazador al alza.
Y para entenderlo, vamos a plantear distintos escenarios que nos servirán de ejemplo para razonar las respuestas a las cuestiones anteriores.
Grandes perros y cotos de caza desérticos…
Empiezo con este ejemplo pues se repite demasiadas veces, para nuestro lamento.
Tenemos un cachorro que viene de grandes líneas, con largos y pomposos apellidos, al que presuponemos un gran talento venatorio e incluso es posible que nos haya dejado destellos de su capacidad en algún momento, por lo que ni siquiera es necesario tirar de imaginación.
Pero nuestro coto, en el que cazamos cada fin de semana las perdices, becadas, codornices o cualesquiera que sea la modalidad cinegética que practiquemos, resulta ser un auténtico desierto, los contactos con la caza son residuales en el mejor de los casos y prácticamente nos dedicamos a pasear la escopeta de un lado para el otro.
¿Qué ocurrirá con nuestro gran compañero de cacerías?.
Sencillamente, que no evolucionará, no crecerá, no alcanzará nunca el nivel que preveíamos, porque no encontrará los suficientes lances y experiencias para pulir ese gran instinto que atesora.
Incluso es posible que la falta de contactos con la caza le lleven a aburrirse en algún momento de la jornada y si esto se repite con excesiva frecuencia, puede derivar en que perdamos al perro definitivamente por falta de interés.
El cachorro puede ser muy listo, precoz y aprender muy rápido, pero si no tiene sobre qué entrenar su inteligencia…
Perros ramplones en cotos con caza abundante…
Ahora vayamos al lado opuesto y veamos qué ocurre.
Tenemos un cachorro, con o sin apellidos, pero con menos curriculum, menos expectativas y aparentemente, menos cualidades para el ejercicio de la caza.
Nuestro cachorro no es tan listo, ni aprende tan rápido, le cuesta más interpretar y resolver las oportunidades que se le presentan, digamos que es más “durito de mollera”.
Pero nuestro coto es un vergel, abundan esas perdices, sordas o codornices, que en el caso anterior, resultaban testimoniales y por lo tanto, los lances y encuentros con ellas son constantes y repetidos a lo largo de una jornada tras otra.
¿Qué pasará entonces con nuestro cachorro?.
Pues que como es más “durito de mollera” y necesita un número mayor de oportunidades para espabilar, tardará más en hacerlo, pero tendrá oportunidades diarias y experiencias a su alcance para lograrlo, justo de lo que adolece el gran cachorro del ejemplo anterior.
Y no solo terminará aprendiendo, sino que el hecho de ver caza en cada salida le motivará más y saldrá con más ganas y seguirá puliendo defectos y seguirá experimentando y seguirá mejorando y por extensión, se convertirá en un gran perro de caza.
Inteligencia y habilidad & constancia y oportunidades…
Ahora planteemos otro escenario fuera del ámbito cinegético, que en mí opinión, resulta esclarecedor…
Por un lado tenemos a la joven promesa que viene tumbando récords en las categorías inferiores, con un talento innato y unas cualidades excepcionales e incluso le dan la alternativa, debuta en Primera División, juega varios partidos a gran nivel y parece que está dispuesto a confirmar las grandes expectativas que había generado.
Sin embargo, la temporada siguiente, el club ficha un nuevo entrenador y este se inclina por jugadores de otro perfil para su posición.
Empieza a chupar banquillo, no juega, pasa muchas jornadas en la grada o le sacan en los “minutos de la basura”, cuando el partido ya está resulto.
¿Qué ocurre?…
Que no mejora porque no tiene oportunidades para hacerlo e incluso se desmoraliza por la frustración que le genera verse relegado a seguir los partidos desde el banquillo y acaba cedido o terminando sus días de fútbol en equipos de medio pelo o en divisiones inferiores.
Y luego está ese otro jugador, también de la cantera, que no había hecho tanto ruido, sin grandes expectativas depositadas en él, pero tiene la “gran suerte” de que se lesiona el jugador titular, no hay recambio natural en el primer equipo y termina debutando casi por obligación.
Es menos técnico que la joven promesa, menos talentoso, pero cada partido tiene 90 minutos para él, en los que va cogiendo confianza, adquiriendo motivación y en contrapartida al anterior, está deseando que llegue el siguiente encuentro porque sabe que va a jugar.
Tiene defectos y le cuesta más depurarlos que a su compañero, pero también le conceden una oportunidad tras otra para superarlos…
¿Te sorprendería que este último hiciese una carrera profesional longeva en su equipo?. ¿A que no?
El talento hay que entrenarlo, potenciarlo y retarlo
El talento y la capacidad, como la inteligencia, hay que entrenarlo, proveerle de retos, en caso contrario, perderemos potencial.
¿Te imaginas qué hubiese ocurrido si a un jugador de la clase de Fernando Redondo le hubiesen dejado en el banquillo, sin oportunidades, porque su entrenador tenía tendencia hacia los pivotes más físicos y de contención?.
Pues que nunca hubiese llegado a nada y desde luego, no tendría ni el curriculum, ni el palmarés por el que hoy se le recuerda.
Y este ejemplo es válido para nuestros perros…
A veces desechamos canes porque no valen, cuando el verdadero problema reside en que no han disfrutado de las experiencias óptimas para explotar y sacar a relucir lo que llevan dentro.
En otras invertimos muchísimo dinero en perros de gran renombre, pero no caemos en la cuenta de que, sin esas sordas, perdices o codornices, ningún cachorro será capaz de convertirse en un gran cazador.
Y luego, claro, viene el perro sin expectativas, del que nadie hablaba, en el que ninguno había reparado porque le faltaba “cartel” y cuando se aburre de levantar pájaros, resulta que empieza a pararlos y luego hace patrón y cada vez los acecha mejor y aprende sus querencias porque las descubre a diario y conoce su comportamiento porque lo vive varias veces en la misma jornada y es capaz de ir puliendo sus defectos porque tiene oportunidades para cometer errores y darse cuenta de ellos y…
Entonces, entre perros y cotos de caza… ¿Qué elegimos?
Me vas a decir que las dos y no te falta razón, por pedir…
Pero volviendo a la frase objeto de este post: “Es mejor un perro de mierda en un excelente coto de caza, que un perro excelente en un coto de mierda” y huyendo de radicalismos, el aprendizaje que nos arroja es que lo uno, sin lo otro, raramente conduce al éxito.
Puestos a invertir y los cazadores sabemos un poco de esto por los muchos euros que salen disparados de nuestra cartera a final de año, debemos entender que no sirve de nada pagar un dineral por la mejor figura del mercado si después la vamos a privar de oportunidades para que pueda crecer y demostrar lo que lleva dentro.
Un gran perro de caza no es al que le respaldan un montón de papeles, sino aquel que ha disfrutado de muchas oportunidades y encuentros con la caza.
¡Un abrazo y al monte!
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Amante de la caza y la naturaleza, enamorado del setter inglés y sordero empedernido. Entre encinas, robles y hayas disfruto de cada instante que me ofrece el monte, alejándome cada vez más del lamentable postureo cinegético.
Prefiero un coto con caza que un perro con nombre.
Como bien comentabas en Facebook, el nombre de hace cazando, no al revés.
Un abrazo Iñaqui y gracias por comentar!