Hay momentos en la caza, que poco tienen que ver con lances, perchas, muestras o patrones, pero que igualmente, se convierten en grandes recuerdos, en sensaciones de auténtico lujo que te hacen disfrutar de verdad y pensar que tienes el relevo generacional en la caza asegurado.
Mucho más en un momento en el que la actividad cinegética sufre un gran desgaste y son tan pocos los jóvenes interesados en probar las mieles de la caza o que se animen a salir al monte con sus perros.
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Mi relevo generacional en la caza está asegurado
Quizás es una afirmación un tanto atrevida, ya que mis hijas aún son muy pequeñas y tienen mucho tiempo por delante para modificar sus conductas y formas de pensar.
Pero sin duda, para un padre cazador como yo, es un lujo ver a sus peques disfrutar de los perros, desear salir al monte conmigo o esperar ansiosas mi vuelta a casa para preguntarme sobre cómo ha ido la jornada de caza o si he visto muchos pajaritos…
La foto que encontraréis al finalizar estas líneas refleja a la perfección uno de esos momentos que nunca olvidaré.
Mi hija mayor, con poco más de 2 añitos, zapateando totalmente emocionada por el rastrojo, saltando los amplios lombíos de centeno con ayuda de su madre, pero con una raza impropia de un ser tan pequeño, intentando seguir a los perros en su búsqueda de “pipis”, acariciándoles cada vez que se acercaban o pasaban por su lado…
Pura pasión hacia ellos, que me permite atreverme a decir que, ese relevo generacional en la caza, puede ser posible.
Compartimos pasión por los perros
Otra de mis ilusiones diarias es verlas cada día compartir momentos con mis setters.
No solo se dedican a jugar con ellos, sino que se preocupan de ayudarme a cuidarlos.
¿Papá, no les toca comer ya a los perros?. ¿Vamos a darles el pienso?. ¿Les cambiamos el agua para que esté fresca?…
Me asisten a la hora de vacunarlos o tratarlos cuando requieren de alguna medicación y se preocupan por su evolución.
Otras veces, sencillamente, disfrutan haciéndose compañía mutua, sentados, relajados, observando el paisaje…
Y por supuesto, como buenas “sargentos de hierro” que son las dos, colaboran en su adiestramiento y se prestan voluntariamente para decirles lo que pueden o no hacer…
De hecho, terminan alcanzando un vínculo con ellos que, en muchos casos, casi llego a envidiar…
Pero también por el resto de especies animales
Vivir en el monte te ofrece la gran posibilidad de criarte en un entorno natural, en el que encontrarte corzos, liebres, vacas u ovejas es lo más normal y habitual.
Y ambas tienen una sensibilidad especial, que nosotros hemos tratado de potenciar, por cada una de las especies que van conociendo.
No es raro verlas admirando una mariquita, un bicho palo o sentadas viendo como trabajan en equipo un grupo de hormigas.
Además, cuando vamos por el monte de paseo, les voy enseñando a reconocer las distintas hojas de los árboles y después pasamos un buen rato jugando a averiguar a qué árbol corresponde cada una de ellas…
Les gusta ir a coger castañas, nueces, moras…
Conclusiones
Al final, no sé si realmente llegarán a ser mi relevo generacional en la caza, pero de lo que estoy totalmente seguro es de que su pasión por los animales, y por los perros en concreto, seguirá creciendo.
De lo cual me alegro, no solo porque me permitirá tener afinidades con ellas, sino porque me parece un valor esencial que todos y cada uno de nosotros deberíamos adquirir.

Amante de la caza y la naturaleza, enamorado del setter inglés y sordero empedernido. Entre encinas, robles y hayas disfruto de cada instante que me ofrece el monte, alejándome cada vez más del lamentable postureo cinegético.