Parafraseando unas grandes líneas de Sergio Milán hace pocos días en La Gaceta de Salamanca, la inacción de aquellos que pertenecemos al colectivo cinegético, en la esperanza de que algo o alguien nos saque las castañas del fuego, nos ha dejado un cúmulo de frentes abiertos que se empiezan a “hacer bola” como un filete de hígado a un niño de 6 años. Si a esto le sumas que la caza, y el cazador en particular, es un fervoroso triturador de ánimos, fuerzas e iniciativas por nuestra incapacidad de respetarnos a nosotros mismos, porque realmente no existe respeto entre cazadores, la super producción augura un final con tintes dramáticos.
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Sino somos capaces de respetarnos entre nosotros…
La caza, decía, es un triturador de ánimos e iniciativas, pues no hay pasión, ni compromiso capaz de soportar el mutilaje de un sector al que, todo lo que escape de su comprensión, aunque esta se hospede en el más árido desierto intelectual, le parece mal, negativo e impropio de esa misma afición por la que jamás movió un dedo en favor de su defensa.
Es machacar en hierro frío – Piensa todo aquel que algún día lo intentó y terminó desesperando.
Y cada vez son más los que se echan a un lado, los que terminan quemados, los que muestran su renuncia a «defender ese juego en el que jugamos a hacernos daño, dejándonos cada vez peor y cada vez más rotos».
Porque ya no es cuestión de hablar de unión, ese famoso y manido término que jamás terminaremos de abrazar.
Ni tan si quiera de acercar posturas…
La verdadera raíz del problema es que somos incapaces de ponernos en la piel del otro. El verdadero escollo es la ausencia de respeto entre cazadores.
No hay respeto entre cazadores
Quizás, no lo sé, mucho de lo anterior tenga que ver con ese toque latino y desenfadado que nos caracteriza, el mismo que nos concede el atrevimiento para regalar juicios soberanos sobre economía o política, cuando ni siquiera somos capaces de juntar dos frases sin faltas de ortografía o el mismo que nos permite alinear sin titubeos el once de la selección, cuando lo más redondo que vimos en nuestra juventud fue una castaña.
Costumbres habituales de la sociedad en general, sin duda, pero que se acentúan y se convierten en el paradigma más común en la caza y entre cazadores.
Quién sabe si envalentonados por nuestro gran pecado capital, la férrea envidia o sencillamente, porque somos así de torpes.
El caso es que lees artículos en medios o repasas publicaciones en RR.SS y todo es melancolía alrededor de esa ausencia de respeto entre cazadores.
El purista contra el innovador, el que anda mucho desconfiando del que no tiene porque hacerlo, el de la caza de pobres y la caza de ricos, el que se supone que sabe mucho pretendiendo reírse del que se supone que sabe menos, el que vive de esto y el que lo rechaza por ello, aunque en su foro interno también desearía ver su nómina procediendo del mismo pagador, los que cazan salvaje contra los que disparan sobre granja, porque la caza tiene que ser escasa e imprevisible, dicen, pero luego queremos cazar más, luego queremos cazar mucho y cuando no se caza mucho, se busca otro cazadero…
Y cada vez peor y cada vez más rotos…
Ahora pongámonos a imaginar…
¿Te imaginas si llegase un día en el que antes de criticar una modalidad que desconocemos, sencillamente nos molestásemos en descubrirla?
¿Y te imaginas en lo que podría convertirse el colectivo si nos limitásemos a respetar los gustos de ese otro al que sencillamente, le da lo mismo lo que hagamos o dejemos de hacer nosotros?.
¿O si dejáramos de esconder nuestros verdaderos intereses bajo el velo de una defensa de la caza que raramente nos empeñamos en desarrollar?.
Sería casi mágico que esas “ilustres mentes” continuasen dictando vehementes sermones sobre economía, política y fútbol, por ejemplo…
Sería bueno que asumiésemos nuestras limitaciones para evitar ponernos en evidencia.
Y sería tremendamente útil que ampliásemos nuestro nivel de valoración y comprensión antes de emitir juicios baratos en redes sociales o medios de comunicación.
Por ponernos a imaginar… ¿Verdad?.
En nuestro poder está cambiar el final de la película…
Venía Sergio a decir en su artículo que modificar el guión y cambiar el dramático final de nuestra película es cosa de dos y no le faltaba ni una coma de razón.
Personalmente ansío un modelo de liderazgo que no venda plomo y después utilice munición de fogueo, pero también una cultura de respeto entre cazadores a la que hoy solo podemos aspirar.
Ambos aspectos son esenciales y en nuestro poder está alcanzarlos, aunque mucho me temo que al famoso guionista no le vamos a pedir que cambie ni una sola línea…
No me llames pesimista, quizás, más justo: realista.
¡Un abrazo y al monte!
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Amante de la caza y la naturaleza, enamorado del setter inglés y sordero empedernido. Entre encinas, robles y hayas disfruto de cada instante que me ofrece el monte, alejándome cada vez más del lamentable postureo cinegético.