Cada vez tengo más claro que una de las razones de la escasa respuesta de los más jóvenes hacia la actividad venatoria y de la falta de relevo generacional en el mundo cinegético, tiene mucho que ver, entre otras cosas, con un sistema educativo en contra de la caza.
Un modelo educativo que promueve la «cultura bambi», basado en intoxicar la figura del cazador y, lo que es peor, formar a nuestros hijos en un mundo color de rosa, inexistente y muy alejado de la realidad del campo, del medio rural y de nuestras más antiguas tradiciones.
Índice de contenidos
Un sistema educativo en contra de la caza
No hace mucho, en uno de esos días con tiempo libre y un ligero aroma melancólico, me dio por sacar los trabajos más recientes del colegio de mi hija mayor y pasar un rato hojeándolos, para ver su evolución y cómo iba aprendiendo los números, las formas geométricas, las letras, los animales… (Tiene 4 años).
El caso es que, en una de las hojas de tareas, encontré una pregunta sobre las razones por las que había animales en peligro de extinción en la que los niños debían unir tres palabras: contaminación, caza y carreteras, con su imagen respectiva, mediante una flecha.
En concreto, la imagen que correspondía al término caza, era de la un cazador con sus dos perros de muestra…
Perplejo, lo primero que pensé fue…
¿Se habrá calzado la profesora unas Chirucas para salir al monte en algún momento de su vida o será una más de esas urbanitas de cafetería céntrica, con nulo conocimiento del medio, cero trato con el mundo animal, pero total identificación con sus «necesidades»?
¿En serio las carreteras y la caza son las principales causas de peligro para los animales?
¿Este es el nivel que enseñanza que tenemos?
¿Cómo es posible que lo estemos permitiendo?
Puedo entender que haya quien no le guste la caza, lo respeto además, pero me molesta muchísimo ver cómo un profesor, lejos de educar, trata de manipular y adoctrinar a sus alumnos en sus propios creencias, ideas y convicciones, de forma parcial.
Máxime cuando se trata de una actividad legal, regulada y absolutamente necesaria.
Visita de una protectora de perros
Unos meses antes, los peques recibieron la visita en el colegio de una protectora de perros (no recuerdo el nombre, sino lo pondría).
Llevaron varios canes recogidos de la calle, supuestamente abandonados por sus dueños y les estimularon a no hacer lo propio, además de enseñarles pautas básicas en el cuidado de animales, etc.
Hasta ahí, muy bien, perfecto.
Pero como cabía esperar, amparados por un sistema educativo en contra de la caza que secunda su mensaje, cargaron tintas contra la actividad cinegética y los cazadores, resaltando el alto número de abandonos anual, el maltrato que dispensamos a nuestros perros…
¿Cómo es posible que permitamos esto, cuando disponemos de informes, procedentes de fuentes de incuestionable valor como la propia Guardia Civil, que arrojan datos irrefutables, como que el 88 % de los perros abandonados en este País proceden del entorno urbano, debido a factores económicos, problemas de comportamiento o pérdida de interés por el animal?
Es más, si nos centramos en el último informe elaborado por la Fundación Affinity, el número de perros de caza abandonados, disminuyó incluso, en relación al año anterior.
¿A qué llamamos maltrato animal?
No es nada nuevo escuchar que los cazadores tenemos explotados a nuestros perros, que los estresamos en el ejercicio de la caza, que no les cuidamos como deberíamos, que les transportamos en condiciones de hacinamiento…
Sin embargo, y al menos en el entorno que me rodea, lo que veo son cazadores comprometidos con el bienestar de sus animales, invirtiendo y acondicionando sus instalaciones con todo tipo de comodidades para refugiar a los perros del frío o del calor, gastándose la pasta en buenos piensos y, sobre todo, ofreciéndoles lo que realmente necesitan y les pide su instinto…
Cazar, correr, hacer ejercicio durante horas, disfrutar del monte en libertad…
¿Y quiénes nos meten caña?…
Normalmente los más activos son aquellos que tienen encerrados a sus mascotas dentro de casa, bajándoles a la calle 20 minutos al día para que hagan sus necesidades, bien arropaditos con jerseys, gorros y mantas, gordos como pelotas por una mala alimentación y poco o nulo ejercicio, e incluso, sacándoles a “pasear” en carritos o con zapatos…
En fin, aquí no me voy a extender mucho más porque ya publiqué un vídeo en mi canal de Youtube donde hablaba justamente de este tema… ¿Lo has visto?
Conclusiones
Me parece lamentable que tengamos un sistema educativo en contra de la caza, manipulando y alineando a los niños en sus propias convicciones, que en muchas ocasiones, ni siquiera responden a un razonamiento lógico.
Cuando yo iba al colegio (Estudié en La Salle) nos llevaban a visitar los feriales de ganado, y no pasaba nada, era algo normal, una parte más de nuestro aprendizaje y aquí sigo.
Los cuentos iban en versión original (al lobo de Caperucita lo mataba un cazador, no se iba corriendo cuando entraba la niña) y no tuve ningún trauma.
Y en general, nos mostraban las cosas tal y como eran, sin burbujas color rosa, ni finales dulces.
Sin embargo ahora, vivimos una etapa social en la que, lo más cool, es ser vegetariano, vegano…
Y los que seguimos comiendo de todo empezamos a parecer retrógrados.
Veo ganaderos sometidos a insultos por «no respetar» los derechos de las vacas, los cerdos, las ovejas…
En definitiva, un mundo cada vez más surrealista, en el que se empiezan a cuestionar cosas totalmente absurdas…
¡Un abrazo y al monte!
Seguro que tienes mucho que aportar y estamos deseando escucharlo, así que te animo a que dejes un comentario en el formulario con tu opinión.
Y si te ha gustado este post sobre nuestro sistema educativo en contra de la caza, puedes compartirlo en tus redes sociales desde los botones que encontrarás al final del artículo.

Amante de la caza y la naturaleza, enamorado del setter inglés y sordero empedernido. Entre encinas, robles y hayas disfruto de cada instante que me ofrece el monte, alejándome cada vez más del lamentable postureo cinegético.