Era un 15 de Agosto, coincidiendo con la desveda de codorniz, cuando vi a Zar sufriendo en el rastrojo y a pesar de que no cedió en su empeño de seguir cazando, pues su bravura y afición es notablemente más poderosa que el desgaste causado por los años, decidí cogerlo en brazos, llevarlo al remolque y jubilarlo de la práctica cinegética.
Desde entonces, muchos días me he ido a cazar con lágrimas en los ojos, viéndolo como intentaba subirse al remolque y sufriendo esa mirada triste en su rostro cuando lo bajaba, para dar paso a esos otros jóvenes que hoy me acompañan y que no sé si algún día llegarán a ser como él.
Pero un par de ratos me han hecho comprender que, aún lastrado por un físico venido a menos, el instinto y el talento, son perennes.
Índice de contenidos
La edad penaliza el físico, pero no el instinto
Me has visto escribir mucho sobre Zar en este blog, probablemente porque siempre fue mi ojito derecho y porque con él me bauticé en esto de la caza de la sorda.
Un perro sin apellidos pomposos, que nació sin hacer ruido, sin grandes expectativas quizás, pero al que casi 11 años después, ningún otro competidor ha logrado dejar atrás.
Sin embargo, el tiempo pasa para todos y su gran curriculum cinegético no impide que las muchas horas de monte le hayan pasado factura, hasta reducir drásticamente sus pretensiones físicas.
Por eso hoy vive a cuerpo de Rey, dentro de casa, acompañando el día a día de mi familia, porque él se ha ganado el derecho de formar parte de ella.
Disfrutando de buenos paseos diarios cuando el tiempo lo permite y bien a gusto entre la chimenea y la cocina de leña, porque además de gran cazador, también es un buen sibarita y sabe disfrutar de la calidad de vida.
Pero lo echaba de menos, pues el monte sin él no es lo mismo.
Cada jornada acuso el anhelo de esas miradas cómplices que nos servían para entendernos e interpretar juntos el siguiente lance o buscar una nueva ruta que nos llevase directos al refugio de las becadas.
Y como no pude contenerme, este fin de semana decidí sacrificar la longevidad de la jornada, por verme nuevamente acompañado de su instinto.
Zar, otra vez de caza, otra vez despuntando…
El jueves, entre los robledales palentinos, aunque solo fuesen un par de horas largas, volvió a poner en relieve un extremado instinto cinegético, que lejos de perder, con la edad ha sabido agudizar.
A otro ritmo, claro, porque la “buena vida” y la falta de entrenamiento, le han impuesto 3 ó 4 kilos que le penalizan tanto como la veteranía.
Pero ahí, al «tran – tran», como quien no quiere la cosa, supo poner en valor su capacidad y mostrarnos una de esas becadas fantasma que tanta ansiedad nos despierta a los cazadores.
Edu, con quien cazaba ese día, llevaba toda la temporada detrás de ella e incluso ya se nos había volado en una ocasión minutos antes, por lo que acudíamos a la rebusca.
Pero Zar, haciendo honor a la famosa expresión de Julio César: «¡Vino, vió y venció!».
Sin ser el más rápido, ni el más fuerte, tiró de experiencia y talento para bloquearla al pie de una mata de roble e instantes después, ya con el resto del equipo a patrón, tuvimos el acierto de resolver un lance que me hizo reverdecer viejos y memorables recuerdos.
Pocas becadas me han sabido tan bien…
El sábado me regaló otro homenaje cinegético
Ayer sábado fui incapaz de dejarlo en casa, aún sabiendo que gozar de su compañía implicaría reducir la longevidad de la jornada, pero se trataba de un handicap que estaba deseoso de permitirme.
Y como respuesta, obtuve de su parte un nuevo homenaje cinegético.
Creo que disfrutó tanto como yo recorriendo aquellas encinas y rincones querenciosos que tantas y buenas experiencias nos han regalado.
Probablemente le costó algo más de lo que recordaba superar aquel terreno accidentado, lleno de ganzos, zarzas y escajos, pero nuevamente, a su ritmo y sin el más mínimo complejo por ver a Figo y Crono dejarlo atrás con su fuerza juvenil, nos dio una auténtica lección de caza y bloqueó otra de esas sordas que solo están al alcance de los buenos.
Dos vuelos y a la tercera oportunidad…
Habíamos entrado en un hayal, con Zar y los cachorros por delante y casi al alcanzar el final del mismo, un ligero golpe del beeper de Figo centró mi atención y me permitió ver cómo una becada levantaba el vuelo y se escabullía por encima de los árboles en dirección a otro hayal colindante.
Salimos, cruzamos la pista que los separaba y fuimos en su busca, pero esta vez ni siquiera nos permitió llegar.
Se tiró para abajo y nosotros con ella.
Descendimos por la pista pensando que se habría refugiado en un pequeño mazo de encinas bastante querencioso y al llegar al sendero que nos permitía volver a entrar al monte, silbé a los perros para que lo siguieran.
Pasó Figo en primer lugar, después Crono y algo más rezagado Zar, que no variaba su calmoso ritmo, pero seguía bastante entero y centrado.
Tan centrado, que 50 metros más adelante, decidió volver ligeramente sobre sus pasos, salirse del sendero y meterse entre el algarabío de ganzos que colgaban de las encinas.
Lo conozco tan bien que tenía clarísimo que no había entrado por azar, de modo que lo seguí de cerca y me limité a observar cómo revisaba la zona.
Sin prisa, fue sorteando cada obstáculo que se le presentaba, hasta que al borde de unas zarzas se quedó tumbado en muestra, firme y sin pestañear.
Me aguanté el subidón y traté de ser lo más sigiloso posible, esperando a ver si Crono y Figo acudían para compartir el lance, pero solo el primero tuvo tiempo de darse cuenta y alcanzarnos para colocarse a patrón, antes de que botase la sorda buscando taparse con las copas de las encinas.
Solo que en esta ocasión, no le di tiempo de llegar a cubrirse.
La emoción de ver cobrar a Zar una nueva becada
La cobró y me la trajo en la boca como siempre ha hecho, pero esta vez no quise cogérsela, preferí ver el rostro exitoso de quien se sabe un gran cazador y creo que él se dio cuenta, así que lo aprovechó.
Después de aquel lance, la jornada duró cerca de una hora más, pero en ese instante no tenía prisa, estaba tan emocionado viéndolo cobrar aquel notable pájaro, que le dejé disfrutar de su logro todo el tiempo que le apeteció.
Pasados unos minutos reiniciamos la marcha y aunque habría mucho que contar, prefiero dejarlo aquí, pues ningún acontecimiento posterior logró eclipsar aquella preciosa escena con Zar volviendo a resolver un lance ante su presa favorita.
¡Un abrazo y al monte!
Seguro que tienes mucho que aportar y estamos deseando escucharlo, así que te animo a que dejes un comentario en el formulario con tu opinión.
Y si te ha gustado este post, puedes compartirlo en tus redes sociales desde los botones que encontrarás al final del post.

Amante de la caza y la naturaleza, enamorado del setter inglés y sordero empedernido. Entre encinas, robles y hayas disfruto de cada instante que me ofrece el monte, alejándome cada vez más del lamentable postureo cinegético.